José Apezarena

A la caza de diputados traidores

Patxi López y Pedro Sánchez

Antes del inicio del pleno de investidura, Patxi López contactó, uno a uno, con todos los diputados del PSOE. ¿Para qué? Para, en su caso, impedir una fuga de votos que pudiera dar la presidencia de Alberto Núñez a Feijóo. O sea, se trataba de una caza del diputado traidor, si es que existiera.

Tenía, y tiene, motivos el portavoz socialista en el Congreso al adoptar medidas extremas, porque al candidato Núñez Feijóo le faltan solamente cuatro votos para hacerse con el Gobierno. Con cuatro le bastaría.

Patxi López advirtió a sus correligionarios de que una traición significaría recibir el mismo castigo que Nicolás Redondo Terreros: expulsión del partido y del grupo parlamentario. Lógico.

Hoy se celebra la segunda votación de investidura en el Congreso, en la que al candidato popular le basta con recibir más votos a favor que en contra. O sea, que le sería suficiente con unas pocas abstenciones en las filas socialistas. No haría falta que le votaran directamente, serviría la abstención.

Pienso que, a la hora de tomar una decisión sobre su voto de hoy, los parlamentarios del PSOE han considerado qué planes tiene Pedro Sánchez para el caso de que continúe en La Moncloa. En diversos terrenos, pero principalmente en lo relativo a las concesiones a los nacionalistas, sobre todo a los catalanes.

Porque se da la circunstancia de que, como requisito para lograr la investidura, lo más relevante es su proyecto de aprobar una Ley de Amnistía. Un propósito que, según el aviso de teóricos y analistas, rompe en pedazos el sistema político nacido de la transición y consagrado en la Carta Magna.

Así que, ante un terremoto semejante, quizá los señores diputados se han planteado eso que se llama voto en conciencia. Quizá.

Proclama la Constitución que los parlamentarios no están sujetos a mandato imperativo. Es decir, que nadie puede obligarles a votar en un sentido o en otro. Han de decidir según su individual criterio. O sea, en conciencia.

Pero, ¿tienen conciencia los diputados? Y me refiero a todos, a los de un partido y otro. ¿Están obligados a respaldar siempre, en todo los casos, la indicación de sus cabezas de fila? ¿Cualquiera que sea la propuesta, la medida, la decisión? ¿Sin ningún límite? ¿Incluso incurriendo en ilegalidad? En síntesis, ¿tienen conciencia o tal vez la han vendido, o alquilado?

 

Por supuesto, quien se afilia a un partido, quien acepta integrar sus listas electorales, asume un compromiso de fidelidad a las siglas. Por supuesto. Pero ¿se trata de una lealtad que no tiene ningún límite?

Daré un paso más allá: ¿los diputados son libres?

En todos estos años de parlamentarismo, son francamente escasos los episodios de ruptura de la disciplina de voto; y menos aún por motivos de conciencia.

En el PP, unos cuantos diputados de la anterior legislatura han quedado fuera de las listas, no han sido nominados, por mostrar resistencia a las posiciones abortistas del partido.

La socialista Carmen Calvo, ex vicepresidenta del Gobierno, rompió la disciplina de voto y, por coherencia con el feminismo de siempre, se abstuvo de apoyar la ley trans, si bien hay que añadir que ese gesto no ponía en riesgo la aprobación de la norma.

Dicho lo anterior, y volviendo al principio, pienso que no existe ninguna posibilidad de que hoy, en la segunda votación de la investidura de Núñez Feijóo, se produzca una fuga de votos socialistas, de que aparezcan traidores. Pero sí me parecía buena ocasión para reflexionar sobre todo esto: sobre la conciencia y sobre la libertad de los parlamentarios.

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