José Apezarena

Cautivo y desarmado

Pedro Sánchez aplaude tras salir adelante la investidura

Pedro Sánchez escenificó, en el propio hemiciclo del Congreso, momentos de supuesta alegría y de euforia al término del pleno en el que salió investido presidente del Gobierno.

La escena resultó excesiva, antinatural, forzada, aunque no tanto como las extrañas, y largas, risas que protagonizó desde la tribuna de oradores cuando prendió burlarse de la afirmación de Núñez Feijóo de que no era presidente del Gobierno “porque no quería”. A Sánchez no se le da bien eso de reír. Suena a falso.

La realidad es que más bien tiene motivos para mostrarse serio. Le espera una legislatura traumática, dado el elevado número y la gravedad de los compromisos que ha firmado a cambio de los votos para la investidura.

De hecho, los supuestos socios, uno por uno, se encargaron de lanzarle avisos muy claros desde la tribuna del Congreso, que se entendieron como amenazas, de cara al futuro devenir político.

Pocas veces un candidato a presidente del Gobierno ha sido tan amenazado como lo fue Pedro Sánchez el jueves, cuando tocó el turno de oradores a los compañeros de investidura. Los colegas no se anduvieron con chiquitas.

Sánchez ha protagonizado por tercera vez la ceremonia de promesa de la Constitución, como requisito para asumir la Presidencia del Gobierno. Pero ahora ha adquirido esa categoría condicionado por tal número de hipotecas (sus compromisos con Sumar y con los nacionalistas de distinto signo) que esta etapa puede convertirse en un infierno.

Apenas va a poder moverse con alguna libertad, porque en realidad se ha convertido en un prisionero. Rehén de los pactos firmados. De lo que se conoce públicamente, pero también, y quizá más, de aquello que se mantiene en el secreto.

En un primer momento, EH Bildu anunció un apoyo “incondicional” al candidato. Por ello, en su caso no se ha firmado ningún documento. Sin embargo, la portavoz, Mertxe Aizpurúa, proclamó durante el Pleno que su apoyo “no es un cheque en blanco”.

No se ha firmado públicamente nada con los herederos de ETA, en efecto, pero en el PNV sostienen que hay contrapartidas negociadas pero ocultas. Y que se sabrá.

 

Entre lo reconocido externamente, que es una enormidad, y lo que esconde, el presidente del Gobierno se encuentra hoy embutido en una auténtica camisa de fuerza, que le va a impedir cualquier movimiento.

El propio pacto con Sumar le ha bloqueado la formación de Gobierno, porque Yolanda Díaz no se aclaraba sobre qué nombres proponer y a quién dejar fuera.

No puede hacer el Gobierno, ni tampoco puede cambiarlo, porque no está en su mano cesar a los ministros de Podemos, ahora de Sumar. Ya se vio cuando se mostró incapaz de destituir a Irene Montero por el desastre de la ley del solo sí es sí.

Lo dicho: un prisionero. Pero hoy más que nunca.

No sé por qué, me viene a la memoria el comiendo de aquel parte que puso final a la guerra civil: “Cautivo y desarmado...”.

Pues eso. Sánchez, cautivo y desarmado.

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