José Apezarena

Las cenizas de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez en Canarias.
Pedro Sánchez en Canarias.

Tip y Coll popularizaron, al final de sus actuaciones, la frase “Y mañana… hablaremos del Gobierno”.

Bueno, pues vuelvo de las vacaciones, me reincorporo a esta página, y de nuevo tengo que hablar… de Pedro Sánchez.

Ya explique no hace mucho por qué no puedo dejar de ocuparme de nuestro presidente del Gobierno, algo que traté de razonar después de recibir el comentario de uno de los lectores pidiendo que le dejara en paz.

En pleno mes de agosto, Pedro Sánchez parecía en estado catatónico, encerrado, paralizado, haciendo honor a esas pájaras que le entran de vez en cuando, que le hacen desaparecer, y por las que a lo mejor tendría que acudir a un especialista para curarlas porque quizá hasta tienen tratamiento.

Alguna otra vez, Sánchez se queda quieto solo por puro empecinamiento. Cuando ve que le llueven las críticas, él, en lugar de aceptar nada, cierra los puños, aprieta la mandíbula, y se dedica a resistir contra viento y marea, aplicando el viejo eslogan de que, basta que me presionen, para no dar ningún paso. Incluso aunque puedan tener razón.

Se encontraba este verano, como digo, encerrado, casi acorralado, contra las cuerdas, sin una vía política de escape, y de pronto le han venido a rescatar dos acontecimientos externos, que él no ha provocado: Afganistán y Marruecos.

Sobre la operación de salvamento realizada en Afganistán, tengo que decir que hasta puedo sentirme orgulloso del papel llevado a cabo por España como país, y por los militares como brazo ejecutor.

Por cierto, que me gustaría conocer quién tomó de verdad la decisión de meterse en aquel avispero. Si ha sido el Gobierno por iniciativa propia (cosa que dudo), o si detrás ha estado el arranque del mundo militar, y hasta el impulso de una atrevida Margarita Robles.

Desde luego, tengo el convencimiento de que los mandos del Ejército dieron su aprobación expresa a pesar de los riesgos, porque si, por el contrario, hubieran planteado pegas, insistiendo en los peligros que se iban a correr, difícilmente los políticos, el Gobierno, se habrían atrevido a adoptar una decisión así, que se podría volver contra ellos.

 

Bueno, pues la operación Afganistán, y el cambio de tercio del vecino Mohamed VI (ese que nos mandó unos miles de emigrantes sobre Ceuta), anunciando una nueva actitud hacia España, se han convertido en botellas de oxígeno para nuestro presidente, que, con ello, hasta se ha animado a salir de la madriguera y dar la cara. Aunque fuera en zapatillas. Porque, cuando se trata de apuntarse tantos, incluso ajenos, es un maestro.

Y así, el Pedro Sánchez desahuciado hasta casi ha casi renacido de sus cenizas.

Siempre he sostenido que, para sobrevivir en política, hace falta tener suerte. Sin ese complemento, no hay nada que hacer. Y mantengo que, visto lo visto, el presidente del Gobierno hoy por hoy la tiene. Otra cosa es ver si durará eternamente, Dios no lo quiera.

Hay, no obstante, un par de cosas que le están amargando la existencia. No haber conseguido en plazo la prometida vacunación del 70 por ciento de los españoles, y el increíble espectáculo del precio de la luz. Pero de eso habrá más ocasiones de hablar.

editor@elconfidencialdigital.com

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