José Apezarena

Felipe VI, don Juan Carlos y las alternativas del diablo

Pablo Iglesias entrega al rey la serie ‘Juego de Tronos’.
Pablo Iglesias entrega al rey la serie ‘Juego de Tronos’.

Se entiende por alternativa del diablo aquella situación en la que hay que tomar una decisión pero en la que, elijas lo que elijas, siempre se deriva un mal porque todas las opciones son perjudiciales.

En esos casos, la salida suele ser adoptar la resolución menos mala, la menos negativa. Y después cruzar los dedos para desear acertar.

A raíz de las investigaciones a su padre, Juan Carlos I, por supuestas comisiones y por la aparición de cuentas ocultas en el extranjero, Felipe VI se ha enfrentado estos últimos meses a una, o más bien varias, alternativas del diablo.

La evidencia de que el affaire estaba castigando seriamente el crédito de la monarquía, y de rebote afectando a la credibilidad del actual monarca, algo que se había constatado en encuestas internas manejadas por La Zarzuela, fue lo que finalmente llevó a la Casa del Rey, y al monarca, a la decisión de hacer “algo”.

Al derrumbe en los sondeos se sumó la presión indirecta, o no tan indirecta, del mismísimo Gobierno, y, por descontado, la zapatiesta montada por la suma de izquierdistas, populistas, republicanos, independentistas, separatistas, anarquistas…, con todo un vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, al frente de la congregación.

Dada la peligrosa situación, y con esos datos en la mano, estas fueron las opciones que se plantearon Felipe VI y su equipo. Las alternativas.

1. No hacer nada. Pero quedarse quieto era una posibilidad absolutamente descartable. La marea de opiniones, las demandas políticas, el clima social, las encuestas en contra, obligaban a algún movimiento. Aunque fuera pequeño, pero había que hacer “algo”. La cuestión era qué.

2. Que don Juan Carlos dejara de vivir en La Zarzuela. Era, por así decirlo, la salida menos traumática. Y la que por lo visto propiciaba el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Habría que resolver dónde se alojaría, pero eso no planteaba dificultad grave: ser acogido por alguno de sus muchos amigos, instalarse en la casa de Sanxenxo…

3. Quitarle la condición de rey, título vitalicio que se le concedió mediante un real decreto en vísperas de la abdicación, en junio de 2014. O sea, aplicar algo semejante a lo que se había hecho con la infanta Cristina, a la que Felipe VI retiró el ducado de Palma. Juan Carlos I dejaría también de ser considerado “Majestad”. Para ello, bastaría firmar un real decreto que anulara el anterior. Algo bastante sencillo. Pero, a esto se negó rotundamente don Juan Carlos.

 

4. Excluirle de la Familia Real, por la vía de “recortarla” aún más, reduciéndola a los reyes y sus dos hijas. Sin embargo, eso habría provocado descartar también a la reina Sofía, y se consideró que ella no tenía por qué pagar nada.

5. Privarle de los derechos al trono. Don Juan Carlos ocupa el puesto número tres en el orden de sucesión, por detrás de la princesa Leonor y la infanta Sofía. Pero ese movimiento requeriría aprobar de una ley orgánica, tal como establece el artículo 57.5 de la Constitución, que dice: “Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica”. Una opción demasiado complicada, y muy costosa políticamente.

6. Antes se había considerado también la renuncia de don Juan Carlos a la inmunidad mientras fue jefe del Estado, algo inviable jurídicamente, e incluso una regularización fiscal, imposible materialmente si se quería compensar todo lo que en su día dejó de tributar a Hacienda y no solo los cinco últimos años exigibles legalmente.

7. La opción menos traumática era la “salida” de La Zarzuela. Y, ante ese horizonte, don Juan Carlos, optó por irse de España. Sin más. Es lo que finalmente se anunció, aunque presentado, no como una marcha al exilio, ni como una salida permanente y definitiva, sino más bien como una ausencia temporal, hasta que amaine la tormenta.

El Gobierno estaba siendo informado, e incluso se le pidió opinión, pero no tomó parte en la decisión final, que se adoptó por La Zarzuela, en conversación (negociación) directa entre Felipe VI y su padre, y se cerraron los detalles en presencia del jefe de la Casa del Rey, Jaime Alfonsín.

Entre las alternativas del diablo se ha optado por la aparentemente menos dañina. Imagino que los protagonistas habrán cruzado los dedos. La pregunta es si han acertado. Y si con eso se calma la tormenta.

A lo primero, lo del acierto, no tengo una respuesta clara. Respecto a lo segundo, el final del cataclismo, pienso que no.

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