José Apezarena

Gana Vox... por ahora

Santiago Abascal y Juan García-Gallardo durante la campaña en Castilla y León

Vox entra en el gobierno de Castilla y León de la mano del Partido Popular, como consecuencia del resultado de las últimas elecciones regionales. Y ha obtenido un ‘botín’ bastante apreciable: la vicepresidencia, tres de las diez consejerías (Ciudadanos ostentaba cuatro) y la presidencia de las Cortes.

No faltan quienes se escandalizan, al menos aparentemente, de que el PP haya pactado con la “extrema derecha”. Sin embargo, en un país que ha tragado sin pestañear que el Ejecutivo se vea sostenido por formaciones como el Partido Comunista y EH Bildu, tales escándalos hasta podrían calificarse de farisaicos.

Vox ha dado el paso, pero no sin antes asistir a un debate interno, en el que algunos dirigentes aconsejaron a Abascal que no entrara en el gobierno.

Inquietaba la posibilidad, no descartable, de cometer errores en la gestión regional. Uno de los datos preocupantes es la juventud y escasa experiencia política del líder Juan García-Gallardo, un candidato fichado a última hora y que se ha convertido en vicepresidente.

Un fiasco en el trabajo dentro de las consejerías asumidas por Vox puede lastrar las expectativas del partido de cara a la verdadera prueba de fuego: las elecciones generales.

“No podemos cagarla antes”, expresaban los dirigentes que apostaban por no tocar poder ahora.

Apuntaban también que la experiencia muestra que, en los gobiernos de coalición, suele resultar perjudicado el partido más pequeño. Ocurre en España, pero también en casi todos los países.

Podemos en el Gobierno nacional, y Ciudadanos en Castilla y León, han salido escaldados por su presencia en los respectivos ejecutivos. Les ha costado visualizar su trabajo, y a cambio se han visto castigados por los errores del conjunto. Se ha constatado, de hecho, en el mal resultado alcanzado por Podemos en las elecciones castellanoleonesas.

Con el acuerdo firmado ayer, gana Vox, porque consigue formar parte de un gobierno, con lo que va a empezar a gestionar. Pero gana por ahora.

 

Porque, con el horizonte de las próximas elecciones generales, habrá que ver también que consecuencias sociológicas traerá la coalición, ya que, entrar en un gobierno con el PP les mimetiza con los populares. Y, por tanto, eso puede ir contra la intención de desmarcarse, de singularizase, de reforzar la propia marca.

De cara a esos comicios, Vox tendrá que confrontar seriamente con el PP para hacerse con los sectores más radicales de la derecha, que son su clientela natural, algo que posiblemente se vea dificultado como resultado de la sociedad que acaba de formar en Castilla y León.

“Ahora nos conviene seguir pudiendo confrontar con el PP, que es lo que nos dispara en las urnas”, insistían los contrarios a la coalición. Entonces se verá si lo que Vox gana ahora lo pierde después.

En cuanto al PP, se ha acogido al principio del mal menor, y ha sido consecuente con la realidad de que su electorado prefiere el pacto a una nueva convocatoria electoral que seguramente tampoco resolvería nada.

La opción de acordar con Vox está relacionada directamente con la nueva dirección, con la llegada de Feijóo, que ha roto así la posición de Pablo Casado, contrario a un pacto con los de Abascal.

Y también los populares deberán medir ganancias y costes. Conservan el gobierno castellano-leonés, pero la sociedad con Vox, el vincularse a ese partido, puede entenderse en la opinión pública como una derechización. Y en esos terrenos concretos quien tiene las de ganar es Vox.

El PP encontrará la opción de marchar hacia el centro, donde dicen que en España se ganan las elecciones. Al centro para, por un lado, recoger los restos del naufragio de Ciudadanos, y, por otro, disputar ese campo a Pedro Sánchez, sobre el que tratará de destacar que ha gobernado España en coalición con la izquierda radical de Podemos, y con los nacionalismos extremos, como son ERC y EH Bildu.

De todas formas, falta más de año y medio para la celebración de las elecciones generales. Y eso, en política, es una eternidad.

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