José Apezarena

El post debate Sánchez-Feijóo: del epílogo al epitafio

El presidente del Gobierno y candidato del PSOE a la reelección, Pedro Sánchez (2i), y el candidato del PP a la presidencia, Alberto Núñez Feijóo (2d), y los presentadores Ana Pastor (d) y Vicente Vallés (i) antes del programa 'Cara a Cara. El Debate.
El presidente del Gobierno y candidato del PSOE a la reelección, Pedro Sánchez, y el candidato del PP a la presidencia, Alberto Núñez Feijóo, y los presentadores Ana Pastor y Vicente Vallés antes del programa 'Cara a Cara. El Debate'

A propósito de los debates cara a cara, como el celebrado el lunes entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, dicen los expertos que, más que lo que ocurre en ese tiempo, lo importante de verdad es el post debate. Porque a partir del día siguiente se consolidan o no las primeras impresiones y se extrae la conclusión definitiva. Y en eso estamos ahora.

Un veterano periodista, que ha dado mil batallas en la información, y que incluso ha realizado labores de asesoramiento político en ámbitos sobre todo socialistas, resumía así lo sucedido: parecía que iba a ser el epílogo y en realidad ha sido el epitafio.

Aludía a que las previsiones apuntaban una derrota dialéctica del candidato popular que pondría fin a sus posibilidades de ganar y de gobernar. Pero concluía que ese epílogo se ha convertido en epitafio, es decir, el final del todavía presidente del Gobierno.

En efecto, Sánchez resultó derrotado por un cachazudo, y la vez contundente, líder del Partido Popular, de forma que lo que parecía la oportunidad definitiva de torcer el veredicto de las encuestas se ha trocado en un fracaso.

Esa noche, en el plató de Atresmedia, el Sánchez casi ‘sobrado’ que se vio en muchas de las entrevistas recientes dejó paso a un participante nervioso, incómodo y a la defensiva, hasta el punto de dar la impresión de que el candidato era él.

El presidente, tenso y agitado, habló además demasiado rápido, de forma precipitada, con lo que resultó complicado asimilar lo que iba diciendo, frente a la visible calma de su rival, sobre todo en lo que iba a ser su plato fuerte, la situación de la economía.

Sánchez no consiguió exponer de forma clara los éxitos económicos del Gobierno, desmontados, al menos dialécticamente, por Feijóo, que esta vez se mostró en ese terreno mucho más sólido de lo que se le había visto durante los debates en el Senado.

Y al presidente se le notó que le crispaban, visiblemente, determinadas referencias. Una, la mención del “sanchismo”, que trato de contratacar con la frase de que PP y Vox son la misma cosa. Otra, los pactos con Bildu y Esquerra. Y, por supuesto, el plato fuerte que esgrimió Feijóo, las responsabilidades por la ley del “solo sí es sí”.

En más de una ocasión, el líder del PP repitió que Sánchez pasará la historia por este tipo de decisiones.

 

Feijóo logró zafarse en gran medida de la principal arma dialéctica de Sánchez, el intento de equiparación con Vox, por la vía de decir al presidente que tendría que debatir con Abascal, pero sobre todo con la propuesta de un pacto para que gobierne quien alcance más diputados, con lo que los dos grandes partidos se zafarían del yugo de terceras fuerzas: en un caso, de Podemos y el resto de socios de investidura, en el otro, de Vox. El líder del PP manejó con insistencia y eficacia esa baza-sorpresa, de la que su rival no supo cómo librarse.

El todavía presidente del Gobierno cometió errores elementales, como hablar de que había “sacado a pasear” el asunto de los vuelos en el Falcon, lo que permitió a su rival responder que quién lo había sacado era él. Y lo mismo la proclama “soy un político limpio”, que ya esgrimió con Ana Rosa Quintana, por aquello de ‘excusatio non petita’. Dedicarse a proclamar lo que uno dice que es, arroja la sombra de que, o no lo es, o no se lo cree.

Algunos analistas no acaban de entender los fallos cometidos en la noche del lunes, cuando teóricamente Sánchez había dedicado cuatro días a preparar el cara a cara y dispone de un nutrido equipo de asesores.

No se descarta que el protagonista hubiera decidido aplicar su propio guion, y no el de los consejeros, convencido de que, vistos sus ‘triunfos’ ante Feijóo durante los cara a cara en el Senado, tiene recursos más que suficientes para derrotar a un rival al que muy posiblemente ha menospreciado.

Por cierto, sorprende la expectación que el encuentro mereció entre la gente joven. Según las cifras de audiencia, un 48% de los espectadores se situaron en la franja de edad de 13 a 24 años.

Quizá habría que atribuirlo a que, dado el largo tiempo que ha pasado este país sin celebrarse, nunca habían podido asistir a un debate de ese estilo. Lo que no precisan los sondeos es cuánto tiempo se quedaron viéndolo. Por lo que he escuchado a algunos, en cuanto comprobaron que los dos protagonistas se quitaban la palabra una vez tras otra, desconectaron. Normal.

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