José Apezarena

Puigdemont insulta al molt honorable Tarradellas

Puigdemont firma la convocatoria del referéndum junto a todos los cargos de la Generalitat.
Puigdemont firma la convocatoria del referéndum junto a todos los cargos de la Generalitat.

Carles Puigdemont vuelve a Cataluña. Eso dicen los independentistas. Han anunciado que va a pisar "tierra catalana". Pero se trata de un juego de palabras, de otro truco, porque a donde tiene previsto ir es a Perpiñán. O sea, Francia.

Presidirá a finales de enero en Perpiñán, considerada capital de lo que los independentistas llaman la "Cataluña del Norte", un "Consell para la Repùblica", que es una suerte de Gobierno catalán en el exilio.

El "regreso" se convierte en un gesto al que le quieren dar todo el simbolismo. Por eso lo están preparando con especial cuidado.

Pretenden que Perpiñán le sirva para escenificar un "Ja sóc aquí" como el que, en 1977, proclamó Josep Tarradellas desde el balcón del Palau de la Generalitat, tras regresar del exilio de Francia para encabezar el gobierno de la futura autonomía.

Desde mi punto de vista, querer repetir ese grito de "Ja sóc aquí" constituye poco menos que un insulto a la memoria de Tarradellas, cuyo legado por lo visto pretende patrimonializar un señor que se ha fugado para no dar la cara ante la Justicia.

Josep Tarradellas fue un caso de dignidad política y personal, viviendo en el exilio fiel a sus principios, y manteniéndose en una situación de auténtica pobreza, por contraste con las fastos y lujos de Puigdemont en Waterloo.

El molt honorable Tarradellas fue consecuente con ese título. Y no huyó dejando abandonados a los suyos, muchos de ellos en la cárcel.

El exilio se convirtió en un motivo de dignidad, del que volvió para resolver los problemas de los catalanes. Él lideró el restablecimiento de la Generalitat de Cataluña, dentro de España.

Puigdemont, por su parte, va a seguir residiendo en su palacio de Waterloo. En julio de 2018 amagó con instalarse en Perpiñán, donde el Consell de la Repùblica acaba de abrir una delegación, pero el temor a ser apresado por la policía francesa hizo que entonces no se moviera de Bélgica.

 

Nada que ver Puigdemont con la ejecutoria vital y la dignidad de Tarradellas. No había rencor en su vida, sino todo lo contrario. No existía voluntad de dividir a los catalanes. No propugnaba la ruptura con España.

Alfonso Ussía ha contado que Tarradellas invitó a don Juan de Borbón a que le visitara en el palacio de la Generalidad. Al llegar, le recibió un consejero, que le dijo: "El Presidente le espera en el despacho". Cuando entró, vio que el viejo republicano le aguardaba en el centro de la sala, de rodillas. Don Juan intento incorporarlo, pero se mantuvo arrodillado, diciendo: "Recibo con honor y respeto, a la vieja usanza, a mi Señor Natural el Conde de Barcelona». Y besó su mano derecha.

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