José Apezarena

Silencio sobre los abusos a niños

Pablo Iglesias entrega el maletín de ministro a Ione Belarra.
Pablo Iglesias entrega el maletín de ministro a Ione Belarra.

Pablo Iglesias fue entrevistado el jueves por Jesús Cintora, en Las Cosas Claras (TVE), y uno de los asuntos que, inevitablemente, se abordó fueron los violentos incidentes ocurridos en Vallecas con motivo del mitin de Santiago Abascal, en los que hubo una veintena de agentes heridos.

La policía había detenido ya a algunos de los agresores, varios de ellos miembros del grupo radical Bukaneros, integrado sobre todo por seguidores del Rayo Vallecano. Por cierto, que Iglesias se descolgó con un sorprendente elogio a los hinchas de ese club, diciendo que “son un ejemplo de defensa de valores solidarios y antifascistas”, y que “son de lo mejor de nuestra ciudad”. ¡Vaya! Estamos en campaña.

El líder de Podemos denunció en sus declaraciones que, por contraste con lo sucedido tras los alborotos de Vallecas, en otros casos la Policía no detiene a manifestantes y radicales de la ultraderecha. Y puso además como ejemplo el caso de un ex legionario que se grabó realizando prácticas de tiro contra unas imágenes suyas, porque no se había hecho nada contra él.

Dentro del propio programa, pudo teclear en el buscador de Google las palabras “ultraderechistas detenidos”, y surgieron unas cuantas noticias que desmentían la afirmación de que las fuerzas del orden hacen la vista gorda con tales grupos.

Apliqué el mismo sistema a las palabras “legionario disparando contra Pablo Iglesias”,  y apareció la noticia de que había sido detenido por la Policía.

Así que ninguna de esas afirmaciones del dirigente de Podemos eran verdad, pero las seguía y las sigue soltando.

Me parece un caso práctico del viejo y conocido principio goebelsiano “Repítelo y acabará siendo verdad”.

Lo cual me lleva a la situación protagonizada por otra destacada dirigente de Podemos, la flamante ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, durante el pleno en el que se aprobó la ley de protección a la infancia.

Belarra aprovechó su presencia en la tribuna de oradores para, sobre los casos de abusos, apuntar directamente (y solo) a la Iglesia como “cómplice demasiadas veces encubriendo la violencia sexual”.

 

Se comprende. Es muy fácil, y muy ‘progresista’, arrear a la Iglesia con ocasión y sin ella. Y la ministra, que tiene bien aprendida la lección, no dejó pasar la oportunidad.

Protestas de los obispos aparte, que ya se han producido, Belarra aplica a la letra el mismo procedimiento de su jefe de filas: repítelo y acabará haciéndose verdad.

Porque la ministra no aludió para nada a los numerosos casos de abusos, que han aparecido en los periódicos, protagonizados, por ejemplo, por entrenadores de natación, profesores de educación física… y hasta de música.

Pero, sobre todo, calló acerca de la dura realidad de los abusos infantiles: que la mayoría se dan en el ámbito familiar. Y eso se silencia. Quizá porque se pretende aplicar una medicina que es el reverso del sistema anterior, y que podríamos resumir así: “Cállalo, y no existirá”. Por lo visto, nuestra sociedad no tiene ninguna intención de asumir algo semejante.

Y, si ya es muy difícil en sí denunciar los abusos, parece que cuando se trata del propio padre, al abuelo, del tío, del hermano... Además, de un lazo de ese tipo sí que es difícil escapar.

Según Margarita García Marqués, psicóloga y terapeuta, una de las primeras especialistas, el abuso sexual es muy frecuente. Lo sufren en Europa uno de cada cinco niños, y en España las cifras son que uno cada cuatro niños y una de cada seis-siete niñas lo padecen antes de los 14 años.

Y, añade García Marqués, el 87% de los abusos se dan en el entorno familiar del niño, por una persona que en principio le quiere. Y, de ellos, solamente el 10% se aplica de una forma agresiva.

La cruda realidad es que en 2019 se registraron más de 40.000 delitos contra niños, según datos del Ministerio del Interior.

Teniendo en cuenta la asombrosa subnotificación de este tipo de delitos, es una apuesta muy segura apuntar que esos 40.000 representan menos de la mitad del número real. Mucho menos. Quizás incluso tan poco como una décima parte, dependiendo de las fuentes que se lean.

Tal es la tremenda realidad, sobre la que se guarda un abominable silencio.

Volviendo a los abusos sexuales, los protagonizados por personas vinculadas directa o indirectamente con la Iglesia resultan especialmente repugnantes. Está claro.

El diario El País ha creado una dirección en Internet, abierta a todos los ciudadanos del país, para que se denuncien estos casos. Según acaba de informar, ha contabilizado 306 casos, con 816 víctimas, en las últimas décadas..

Sin tratar de minimizar nada (una sola es ya demasiado), repito que no se habla para nada de los abusos en el ámbito familiar, que son la mayoría. Y, mientras miremos para otro lado, seguirá habiendo miles, decenas de miles, de víctimas silenciosas.

A lo mejor habría que habilitar otra dirección en Internet para que puedan denunciarse.

editor@elconfidencialdigital.com

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