Un vídeo que nunca querría ver

Escribo estas líneas impactado tras visionar las imágenes, que han difundido ampliamente todas las televisiones, que muestran al autor del asesinato (y decapitación) de un soldado británico en el sureste de Londres explicando lo que había hecho y por qué. Es un vídeo que no habría querido ver.

El individuo, con las manos visiblemente ensangrentadas, portando un machete y una pequeña hacha, explica a una cámara de ITV News. “Juramos por el todopoderoso Alá que jamás dejaremos de combatiros. La única razón por la que hemos hecho esto es porque los musulmanes mueren todos los días. Este soldado británico es un ojo por ojo y diente por diente”.

Y añade: “Pedimos perdón porque las mujeres tengan que ver esto hoy, pero en nuestra tierra nuestras mujeres tienen que ver lo mismo. Vuestra gente nunca estará a salvo. Cambiad vuestro gobierno. A ellos no les importáis”.

Mientras se ‘explica’ ante las cámaras, al fondo, caído en la calle, puedo verse el cuerpo de soldado asesinado. La víctima llevaba una camiseta con el eslogan ‘Help the heroes’, una frase muy utilizada en apoyo a los soldados británicos en misiones fuera del país.

Los protagonistas fueron dos. Uno de ellos filmó la decapitación y ambos gritaron “Allahu Akbar” (“Alá es Grande”). Posteriormente, fueron interceptados por la policía, heridos y detenidos.

Como digo, lo que me ha impresionado es escuchar a un asesino explicar directamente a una cámara la fechoría realizada, mostrando esas manos ensangrentadas, el machete y el hacha, y con el cuerpo del soldado muerto al fondo. No se trataba de una película, era una imagen real.

En esa línea de noticias impactantes y que hacen pensar, no me resisto a referirme a los graves incidentes que está viviendo Estocolmo, en varias barriadas de inmigrantes, donde, por tres noches consecutivas grupos de jóvenes han prendido fuego a contenedores, quemado más de un centenar de coches, destrozado escaparates y se han enfrentado a pedradas con la policía. Hay quince detenidos, todos de entre 18 y 21 años.

Se trata de suburbios con mayoría de población inmigrante de primera y segunda generación, o de origen extranjero.

Lo extraordinario es que estos violentos incidentes ocurran en la teóricamente desarrollada, tranquila y civilizada Suecia.

 

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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