Familias fuertes = Sociedades fuertes

Sabemos todos que comunicar es algo más que hablar y escuchar. En el trato humano la comunicación es un medio insustituible, es clave para resolver los problemas que se puedan plantear, en las diversas circunstancias personales y de relación.

Especialmente por lo que respecta a la familia, comunicarse y hablar para conocerse mejor es un precioso instrumento que facilita el amor, haciendo partícipes a los más próximos de los propios sentimientos, de las propias necesidades, alegrías, expectativas y esperanzas.

Pero además, somos conscientes de que en cualquier ámbito de las relaciones humanas, para robustecer y progresar en la convivencia diaria es preciso afinar la sintonía. Viene al caso recordar que para entendernos hemos de asegurar dos asuntos: Por un lado, “querer-buscar” un conocimiento efectivo de la realidad, saber de las cosas tal como son. Y de otra parte, un respetuoso reconocimiento de la dignidad de las demás personas, por encima de prejuicios y particularismos.

Ocurre que ahora, sólo lo automático, lo rápido, lo que me gusta, lo inmediato es lo que se considera bueno. Y eso no puede ser entre personas y menos si además comparten un objetivo vital o profesional. Es preciso saber esperar la reflexión de los demás, darles tiempo a una respuesta, a una mejora, a una decisión libre y responsable. Esto, aunque sea sobre algún pequeño asunto, incluso en las relaciones laborales o de vecindad, será entrenamiento de convivencia, comprensión e incluso eficacia.

La verdad que ha de haber en el respeto mutuo se convierte en mentira si hay dejadez para saber cómo se siente la otra persona a quien nos dirigimos, o si nos desentendemos de cómo interpreta las acciones o datos que recibe por nuestra parte. Afinar en la compenetración de cualquier equipo humano ha de ser ocupación diaria. Y quizás algunas veces se precisen esfuerzos extra para evitar fijaciones y susceptibilidades.

 

Si concretamos en las relaciones de pareja, veremos que con una buena comunicación cada uno mejora, puede conocerse mejor a sí mismo y mostrarse como don, al otro. Es de esta manera, al saberse ambos partícipes del otro y de su vida, como nace el "nosotros".

Al principio de curso, una idea práctica en este sentido puede ser descubrir el novio o novia que todos llevamos dentro: Cultivar nuevamente aquellas largas citas, ayunas de nadie más. Eso nos facilitará ser más hombres y más mujeres, para después ser mejores padres, madres, esposas y esposos.

Es clara la necesidad de tener familias fuertes, que funcionen. De su salud o enfermedad, dependerá la sociedad entera. La mejora de la generación siguiente tiene mucho que ver con la comunicación y cohesión familiar, ya que es la familia medio eficacísimo de formación humana, más allá de lo estrictamente justo, atendiendo a las particularidades de cada uno.

 

Por ejemplo, la relación en el matrimonio se refuerza superando y canalizando tensiones, perdonando y aprendiendo a perdonar. Para ello, es imprescindible establecer hábitos estables de trato sincero. Facilitemos que nuestro cónyuge nos explique su opinión, sus inquietudes, que los problemas que puedan aparecer sean objeto de estudio, no de discusión, que nos adelantemos a cambiar o rectificar.

Ojalá que, cada día, todos aprendamos un poco más a avenirnos. Para ello es evidente la necesidad de más trato, de disponer de más momentos de encuentro reposado. Y sin perder ocasión para que nietos, hijos y abuelos compartan entre todos ellos tiempo libre y descanso, juegos y conversaciones, también durante nuestras ocupadísimas semanas de trabajo.

Es así que, en la familia y desde la familia, nos sabremos miembros de un maravilloso equipo que extiende su siembra de felicidad –con dificultades, pues siempre las habrá- a lo largo de la historia humana, generación tras generación.

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