Lecturas de Reyes

¿No les parece que además de pedir a los “Reyes Magos” sería estupendo también acordarnos de agradecer los “detalles” que tienen con nosotros? Seguro que ellos pensaron muy bien –y dieron muchas vueltas- antes de decidirse por los presentes que, pequeños o grandes, nos vienen dejando cada 6 de enero. Por mi parte, agradezco que, un año más, me puedan traer buena lectura. 

En esto, recuerdo con alegría el cariño -¡sí, cariño!- de mi padre hacia los libros. Él, que había sido campesino sin muchas letras pero con gran intuición y sensibilidad, supo encontrar en nuestros clásicos, y después en los románticos, y después en el “oro” de la generación del 98, y después en los poetas del 27 y del 50,  un espejo donde mirar el mundo en su más profunda realidad. ¡Qué disfrute competir con él en leer poesía con emoción! En sus lecturas se remansaban preocupaciones y veleidades, siempre bien aconsejado por esas libreras encantadoras, perspicaces y pacientes que saben recomendar, cual médico de cabecera, un título u otro según el asiduo cliente-lector que les viene a consultar. 

Sí, opino que podría faltar algo de “la carta” pero nunca algún librillo expresamente buscado para cada uno. Y es que también a los mayores, a los jóvenes y a los más pequeños les van como anillo al dedo esas lecturas que aparecen, como por ensalmo, las madrugadas del día de Reyes al pie del nacimiento de casa. Libros que hablan de lugares lejanos y casi desconocidos, libros que se adentran de manera didáctica y apasionada en momentos de la historia, libros que hacen vibrar con el latir apasionado y generoso de tantos personajes reales o fantásticos… 

Y el que lee, se aficiona a escribir. Por ello, también el agradecimiento a tantos buenos escritores que nos proporcionan esta materia prima, que nos endulzan el pensamiento, nos estimulan la ilusión, nos provocan para saber más y mejor del hombre y del mundo, nos enseñan a reírnos de nosotros mismos y a poner paz a nuestro alrededor, e incluso nos ayudan a afinar en nuestro criterio. 

Escritores excelentes que, sean o no famosos, nos hacen elevar un grado más el sentimiento humano; autores que ahora pasan menos privaciones que las de antaño -ahora suele haber otro oficio que ampara esa vocación por la palabra escrita- pero que son a menudo incomprendidos en sus interminables horas extras de artesano: Recordemos aquello de que la disciplina del trabajo es impulso para el talento, aunque también hay genios, ¡claro! 

Pues, a apasionarse tocan. ¡A encontrar tiempo para leer! Hagamos como Blas de Otero, pidamos “la paz y la palabra” en este nuevo año que comienza. ¡Disfrutemos de la lectura! Que nos pase que, al leer, por momentos uno levante la vista de la página: Será señal de que el autor nos ha enganchado, estamos dentro de la novela, el ensayo, la poesía o el cuento. Al leer así, con esa complicidad, la evasión y la reflexión se dan la mano, nos distanciamos de la realidad, a veces dura, que nos rodea, cosa que nos sirve para volver a la tarea con mejor disposición, con más objetividad.  

Por eso, qué bueno será que este año los “Reyes Magos de Oriente” nos dejen algún libro selecto, de esos que parecen escritos sólo para nosotros; como esos que mis queridas libreras del centro de la ciudad sabían seleccionar para mi padre con tanto afecto. A aquéllos y a éstas les estoy eternamente agradecido. 

Actualización: 5 de enero de 2010, 10 horas a.m.

 Vistas las consultas por correo y conversaciones sobre libros aconsejables, paso una relación, muy esquemática, para quien desee ampliar referencias y constatar si pudiera ser alguna lectura de su agrado (para uno mismo o para los demás):

 

 A) Libros que me recomendaron últimamente y han sido de estupenda lectura (o relectura):

 La Odisea, de Homero, en Edit. Cátedra.

 Crimen y castigo, de Dostoiewski,  Edit. Cátedra.

 La voluntad, de Azorín, Edit Castalia, 1989

 Olor a yerba seca, -Memorias- de Alejandro Llano, Edit. Encuentro, 2008

 La estepa infinita, Esther Hautzig, Salamandra.

 Tus preguntas sobre amor y sexo, de Mary Beth Bonacci, Edit. Palabra, 2005

 No se lo digas a mis padres, de Carlos Goñi y Pilar Guembe, Edit. Ariel, 2004

 La perspectiva cristiana, de Julián Marías, en Edit. Alianza

 B) Libros que, según vengan los Reyes Magos, intentaré leer próximamente:

 Ébano, de Kapuscinski, Ed. Anagrama   

 La estepa infinita, Esther Hautzig, Edit. Salamandra

 Los relatos del padre Brown, G.K. Chesterton, Edit. Acantilado

 El último Dickens, Matthew Pearl, Edit. Alfaguara

 La jaula de oro, de Shirin Ebadi, en Editorial La Esfera de los libros

 Es claro que como “Sus Majestades” pueden venir ya muy cargados para los demás, siempre nos quedará el estupendo recurso de las bibliotecas. O los aniversarios, ¡qué caramba! ¡Que la crisis no sea excusa para no leer!

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