¡Mamá, quiero vivir!

¿Ustedes han tenido en sus manos a un bebé recién nacido, muerto? Difícilmente puede haber experiencia más dolorosa. Y les puedo explicar, porque entre mis manos tuve a mi tercer hijo, que nació prematuro y asfixiado por el cordón umbilical antes de nacer. ¿Hablen ustedes con madres que han pasado por el trance del aborto provocado, que a duras penas han sido capaces de superarlo, y que les digan lo que es ver troceado y machacado, a su lado, al fruto de sus entrañas?

Digo esto al saber que el pasado jueves quedó negro sobre blanco, en el B.O.E., la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, conocida como Ley del Aborto, que entrará en vigor dentro de cuatro meses. Triste hecho que a la inmensa mayoría de ciudadanos nos ha dejado helados, pues en esa nueva ley se establece la barbaridad de que el aborto venga a ser un “derecho” y sitúa la mayoría de edad para interrumpir el embarazo en los 16 años. Además, permite el aborto libre dentro de las primeras catorce semanas de gestación, a petición de la embarazada, y establece que podrá interrumpirse el embarazo hasta las 22 semanas si existe grave riesgo para la vida o la salud de la embarazada, o graves anomalías en el feto. Y, claro, todo eso acompañado de una política de adoctrinamiento sexual en la sanidad y en las escuelas.

Perdonen que insista, pero ¿por qué no se oye a las mujeres que han abortado y que ahora están tan dolidas por ello? Basta de falsedades y de hacernos creer que esta ley es para defender a la mujer. La ley del aborto es machista, porque deja a la mujer sola ante su embarazo inesperado y la engaña, presentándole el aborto como la única solución y ocultándole las consecuencias físicas y psicológicas que sufrirá cuando aborte.

Amigos, es posible defender la maternidad y la paternidad responsable, y la vida desde el primer momento de la concepción. Lo que no es posible, para nadie en su sano juicio, es, por ejemplo, llamar al exterminio nazi una legítima estrategia bélica. Pues con el aborto pasa lo mismo. Esta sinrazón sanguinaria es la punta del iceberg, que un “Titanic” opulento y aburguesado ha de poder ver como última alarma, previa al hundimiento de toda una sociedad moderna.

Además, ¿qué sacrificios le va a poder pedir un gobernante a los ciudadanos en estos tiempos de crisis, cuando al bien más preciado que se puede tener, un hijo, se le puede rechazar, por ley, quitándole la vida, como si de un problema logístico personal se tratase?

¿Qué ministro de educación se va a plantear la promoción de la cultura del esfuerzo cuando sus colegas de gobierno, y su presidente a la cabeza, abogan por relativizar la más básica responsabilidad como es sacar adelante una criatura que nacerá y que podría aportar no sabemos qué estupendos beneficios a toda la sociedad?

No nos conformemos con leyes injustas e inhumanas. Aunque el aborto puede parecer más asesinato cuanto más tiene el niño "forma humana", eso sólo es cuestión psicológica, ya que el derecho a la vida no depende del nivel de desarrollo o capacidades que una persona pueda tener en cada momento.

Pues ¡ea!, que se paren las “democráticas” trituradoras de bebés y de conciencias. ¿O es que ya hemos dimitido todos de defender incluso el más básico de los derechos, como es el derecho a vivir? ¡No! Y si alguien lo hace, si alguien utiliza como “cordón sanitario” la sangre de los inocentes, no les arriendo la ganancia pues ya habrá dimitido como ser humano y está incapacitado para liderar nunca ningún progreso real en este siglo XXI.

Aprovechemos el aldabonazo de conciencia ciudadana que recorre toda España, para unirnos aún más en defensa de la vida y de la justicia. Y que los medios de comunicación no tergiversen la realidad, ni favorezcan intereses espúreos de poderosos.

 
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