El espectáculo de la libertad

En un artículo reciente de Emili J. Blasco, corresponsal que fue de ABC en Berlín, leí una sugerente cita:

“ «¡Cuántas cosas veo que ya no veo!». Son palabras de la poetisa Mascha Kaléko a la vista de una metrópoli devastada por la Segunda Guerra Mundial.”  

Iba a ser una idea que me serviría de arranque para hablar de libertad y justicia. Pero hube de hacer un cambio, pues, mientras preparaba este articulillo semanal, supe que la bloguera cubana, Yoani Sánchez, de 34 años, premio Maria Moors Cabot 2009 y premio Ortega y Gasset de Periodismo Digital en 2008- fue golpeada y detenida durante un tiempo por agentes de la policía secreta cubana, cuando se disponía a participar la semana pasada en una marcha de jóvenes por la no violencia.  

Puede parecer un hecho más, “anecdótico”, sin importancia, incluso alguno pensará que sería “un mero error de procedimiento”. Pues no, amigos, pues no. A ver si nos enteramos de que todavía existen  nuevos-viejos muros de Berlín, que se yerguen con cinismo y desfachatez  en muchos lugares, y para verlos no hay que irse muy lejos. 

Muritos asentados sobre la ignorancia y la manipulación. Subidos, ladrillo a ladrillo, con ideologías de obligado cumplimiento, que anestesian la reflexión y acuchillan el sentido común.

Hemos de recuperar, de una vez por todas, una sincera “conciencia histórica”, no una simple y sectaria memoria, que todo lo juzga deformado. Precisamos de un conocimiento que llegue al subsuelo de nosotros mismos. Así, buscar la verdad y el bien, con un escrupuloso respeto a la dignidad humana, será la mejor forma de evitar la deriva totalitaria en cualquier democracia.

Como gran palanca revitalizadora, aprovechemos que ya no existen barreras en los roles profesionales y sociales, pues se diluyen a menudo por la flexibilidad que se da sobre todo en Internet. Aprovechémoslo y no lo subordinemos todo al yo; en esto especialmente los servidores públicos, políticos, magistrados, responsables-propietarios de los medios de comunicación… Y es que, un ánimo egoísta y alicorto en ellos sería la mayor esclavitud, el mayor y el más infranqueable muro de Berlín. 

Por otra parte, pudiera ocurrir que existiesen presiones para  ocultar tras el “muro” de lo privado, a aquellos que sugieran y hablen de  unos valores objetivamente más humanos y  vitales que otros. 

Tal vez pase, incluso, que la presencia de lo religioso en la vida social no sea recibido por algunos con la misma naturalidad que cuando se presenta en sociedad  una ideología-cultura-deporte con todo su ornato.

 

Amigos, ¿acaso acechan nuevas catacumbas -mediáticas o de reconocimiento social- a los hombres libres que no quieren verse sojuzgados por la “moral política” del gobernante de turno?

Esperemos que no. Aunque, también es claro que este mundo ha de ver caer más muros vergonzosos de las calles y de las gentes, para que haya más puentes y autopistas del pensamiento y de la concordia, que nos hagan más humanos y por eso más libres.

Pero, ¡ay!, esto no va a poder ocurrir hasta que, lejos de protagonismos de relumbrón, sepamos defender con determinación, visitemos, hablemos y dejemos hablar, a los presos políticos y represaliados de tantos países; a los millones de ciudadanos que todavía son víctimas de dictaduras de muy diverso signo.

Como esperanzado final, regreso a ese reciente artículo de Emili J. Blasco: “La única manera de captar en plenitud el Berlín que está ante nuestros ojos es aplicar a la mirada una pupila histórica”. Y para eso, digo yo, los que de momento no podemos ir a la bella capital alemana, o si alguien está preparando una próxima visita, les recomiendo vivamente unos reportajes antológicos: Los publicados, en forma de capítulos, por este genial periodista, ahora corresponsal en Londres. Son como una exquisita guía que nos va desgranando en http://www.abc.es/blogs/muro-berlin/autori.asp?chi=Emili%20J.%20Blasco.

Vale la pena darse una vuelta por allá. Ya me dirán.

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