Los jóvenes también madrugan

Son las cinco de la madrugada cuando Gabriel, un joven adolescente catalán, empieza a colocar cuatro kilómetros de bandera amarilla y blanca que decorará las vallas de parte del recorrido que horas después seguiría el Papa Benedicto XVI desde el Palacio Arzobispal, dónde descansó el pasado sábado por la noche, hasta la Sagrada Familia, dónde celebró la Santa Misa y consagró ese templo, deslumbrante icono internacional de la religiosidad y el arte modernos.

Gabriel no está solo, evidentemente. Casi doscientos chicos y chicas, amigos de colegios, institutos, parroquias o clubs deportivos, organizados en nueve grupos de trabajo, se encargan de colocar esa cinta vaticana hecha por ellos que, de una manera espontánea y fuera de lo estrictamente oficial, adornará el pasillo en el que la Barcelona madrugadora saludó a un Papa que no tiene miedo en llamar a las cosas por su nombre.

Ha sido una iniciativa más allá de lo puramente institucional, como muchas otras, de mucha gente joven que, pidiendo ayuda e ideas a los mayores –eso sí es buen clima intergeneracional-, han querido afinar en su cariñosa y rebelde acogida a Benedicto XVI, pues saben que éste les va a hablar sin medias tintas de entrega, renuncia y felicidad en el servicio a los demás.

Después, Gabriel y sus amigas y amigos intentaron estar con sus padres y hermanos en algún lugar, más o menos próximo a la Sagrada Familia, o acercarse al hospital Nen Déu, por la tarde, siguiendo con atención las palabras de quien es sin duda alguna un líder moral de este mundo, tan necesitado de valores especialmente en Occidente.

A esos chicos y chicas algo les llamo la atención a una hora tan temprana, es el paso de grupitos de personas, que conforme pasa el tiempo son más frecuentes, que se dirigen hacia los lugares desde donde seguirán la Santa Misa de la Sagrada Familia. Es así que ven pasar, las más madrugadoras y con ritmo ligero, hermanitas de la Caridad, de la Beata Teresa de Calcuta. Después familias y familias enteras, como si de una especialísima excursión al Pirineo se tratara. Espectáculo impresionante: la ciudad se despereza y ya hay muchas personas que como hormigas laboriosas van a una tarea que saben importante y motivadora.

Ya cerca de las siete de la mañana, otros muchos jóvenes, voluntarios y voluntarias, llegan a sus respectivos lugares. Estaban dispuestos e ilusionados en los encargos que, en las diversas zonas por donde pasó el Papa, fueron imprescindibles para un óptimo desarrollo de esta jornada emocionante e histórica. Se encargaron desde servicios de orden y control, hasta encargos de auxilio y atención a las necesidades de quienes los puedan reclamar, cualquiera de las trescientas mil personas que se calcula van a seguir a pie de calle, la jornada matutina papal. Todo eso hasta la dos del mediodía o más, según lo que fue  preciso en cada zona.

Y en la plaza de toros Monumental, con pantallas gigantes y todos bien acomodados, a pocas manzanas de la Sagrada Familia, la fiesta era espectacular, previa a la celebración religiosa. Desde hacer la ola, a lo ancho de todo el ruedo, hasta corear canciones juveniles llenas de cariño hacia Benedicto XVI.

En algunos casos, voluntarios pudieron entrar en la Sagrada familia para seguir de cerca la larga celebración. Y muchos de ellos por la tarde también continuaron con alguna tarea añadida. Otros voluntarios incluso pudieron acceder a despedir a Benedicto XVI en el aeropuerto del Prat.

En fin, ¡felicidades a todos, sois punta de lanza, un ejemplo, protagonistas de un gran reto! Agradecemos vuestra generosidad. Los que ya no somos unos chavales también aprendemos de vosotros. 

 
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