¿Ja sio argo?

Se cuenta de un torero de aquellos de la época de Isabel II -mezcla de torero, majo, bandolero y pícaro- que, tras sufrir varias cornadas graves de un toro marrajo, entró en la enfermería por su propio pie y preguntó a quienes pretendían atenderle: "¿ja sío argo?", e inmediatamente se desplomó muerto. Cuando uno ve a Zapatero con ese aire entre feliz y ausente espera que, de un momento a otro, pregunte como el torero isabelino: "¿ja sio argo?". Pues hombre si. Ha sido y sigue siendo algo. Desde que el señor Rodríguez Zapatero se hizo cargo del gobierno, esos "argos" se suceden de forma inmisericorde. La actualidad es tozuda y las noticias surgen a borbotones. Independientemente de las batallas políticas que se dan, precisamente aprovechando esos acontecimientos, la realidad está ahí: son 11 muertos por el fuego en Guadalajara; la realidad son 17 muertos en Afganistán; la realidad son los problemas entre el gobierno y el partido que le sustenta; la realidad son problemas entre ministros en el seno del mismo gobierno; la realidad es una política exterior errática y un déficit económico apabullante; es la realidad de una política autonómica que se ha metido en un callejón sin salida; es la realidad del protagonismo de ETA y de la Kale Borroka; la realidad de parlamentarios que asaltan el domicilio de periodistas solventes e influyentes; la realidad de una Dirección General de la Guardia Civil tambaleante o la realidad de una Dirección General de Tráfico que tarda más que ninguna otra -excepto Grecia- en atender a las víctimas de accidentes en carretera. Frente a esta realidad tozuda y preocupante, el Presidente del Gobierno sonríe en Tenerife o pone cara de circunstancias en el entierro de 17 militares, pero sigue con su aire ausente y preguntando antes de ¿desplomarse?: "¿ja sio argo?".

 
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