Mariano Rajoy quiere censurar a Zapatero, que ya está en la fase final, y los militares se sublevan por carta

El dirigente del Partido Popular, Mariano Rajoy, empieza plantearse presentar una moción de censura que, aunque sabe perdida de antemano, puede proporcionarle oportunidades para desgastar al Gobierno –misión de la oposición, aunque a Blanco no le parezca bien-, para tener entretenido al personal de La Moncloa y para que los españoles vayan sabiendo mejor con quien pueden jugarse los cuartos en una próxima legislatura.

Por su parte, el Presidente de Gobierno sigue con su optimismo inveterado y afirma que el mal llamado proceso de paz con la ETA puede estar en su fase final, aunque, cauto él, esta vez no habla de fechas y se limita a decir que esa fase final puede durar años.

Esto de las fases finales también tiene su aquel. Afirma sin sonrojo el doctor Luis Montes, ex coordinador del Servicio de Urgencias del “Severo Ochoa”, que “ahora los enfermos terminales sufren más”. Es de suponer que ese “ahora” alude a que en la actualidad el doctor Montes ya no los “seda del todo”.

Pero si Rodríguez Zapatero dice lo de la fase final será por algo, ya se sabe que el Presidente, en materia de procesos de paz y, sobre todo, tratándose de terrorismo está bien informado. Ya lo ha dicho Saramago: “Sólo son optimistas los seres insensibles, estúpidos o millonarios”. Pues igual lleva razón.

El ex Presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo no critica a Zapatero, ni le llama optimista, simplemente le dedica la frase de Maese Pérez al titiritero: “llaneza muchacho, no te encumbres”. Seguro que lo que más ha molestado en La Moncloa no ha sido lo del encumbramiento, sino lo de “muchacho”.

Si a esto le añadimos lo más grave de todo, el auto de la Audiencia Nacional en el que se afirma claramente que la situación clínica de Ignacio de Juana Chaos, está provocada por la voluntad deliberada del preso y que no tiene nada que ver con su situación de reclusión, hay que concluir que Rodríguez Zapatero no está atravesando por sus momentos más felices.

Lo que le espera tampoco es mejor. Una vez más hay que decirlo: las letras vencen y los acreedores del Presidente del Gobierno hacen cola a la puerta de su despacho.

Dicen en Ferraz que la ETA le está creando más problemas de los previstos y después del auto de la Audiencia Nacional es de suponer que “los problemas –entrecomillados- se van a multiplicar”. Y también dicen algunos analistas del PSOE que la ETA está buscando un interlocutor débil y desprestigiado ante la opinión pública española. A lo mejor, sin tener que recurrir a citas de Saramago, aciertan.

Mientras, en Génova deshojan la margarita de la moción de censura. No acaban de ponerse de acuerdo los populares aunque muchos de ellos andan con la mosca detrás de la oreja y se malician que Mariano Rajoy ha tomado su decisión hace semanas. ¿O no?

 

Claro que también se arrancan los pétalos de la margarita alicantina de Zaplana. Una margarita que manosean al alimón entre el ex Presidente de la Generalitat Valenciana y Camps, actual ocupante de la poltrona. Parecen los protagonistas de una novela de Blasco Ibáñez, de esas que contaban amores y desamores entre las brumas de La Albufera.

Los adivinos del Partido Popular también creen que Rajoy sabe lo que va a hacer en Valencia. ¿O tampoco?

Donde no hay ni siquiera margarita es en la Izquierda Unida de Madrid. Renuncias, cabezas puestas en el tajo y vuelta a empezar. Aquí no se sabe si Llamazares deshoja algo.

Una semana dura que han protagonizado los Magistrados de la Audiencia Nacional. Si en vez de dieciséis Jueces se hubieran sentado a deliberar los tres que estaban previstos, es muy posible que De Juana Chaos ya hubiera atravesado el desfiladero de Pancorbo, camino del País Vasco, suponiendo que las nevadas se lo hubieran permitido.

Eso es precisamente lo que tiene desazonados a millones de españoles que siguen sin saber de qué va esto de la Justicia. Y mucho más desazonados porque tampoco saben de qué van algunos políticos.

Cuando un Senador del Reino de España, como Iñaki Anasagasti, dice que el auto de la Audiencia Nacional es una pena de muerte, a esos millones de españoles les empiezan a temblar las piernas y no saben qué pensar y ni siquiera saben si Anasagasti piensa.

Quienes analizan las indumentarias de los políticos, y sacan conclusiones de su forma de vestir, comentan que estaba cantado lo de los paseos de Miguel Sebastián, “descorbatado”, por los barrios de Madrid. Pero aunque estuviera cantado no deja de vérsele raro.

Pero lo que ya escapa a cualquier estudio sociológico, son los vaqueros de la Vicepresidenta del Gobierno. ¿Significarán algo? ¿O no?

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