El Rodiezmo show

Será porque al no ir el jefe no fueron los segundones. Hasta puede que sea por el cambio climático, pero la realidad es que Rodiezmo no fue lo que era y corre el peligro de no volver a serlo nunca más.

Era bonito el dominó de Fraga en Perbes y la cuchipanda de Aznar en Quintanilla de Onésimo y hasta era vistosilla Leire Pajín con el pañuelo rojo y el puño en alto. Pero todo pasa y no hay nada tan efímero como la política de partido.

Las adhesiones inquebrantables de ayer se convierten en un desabrido ‘no hagáis la huelga’ que, según dicen, fue lo más clarito que se oyó en Rodiezmo. Mira que si a Cándido Méndez le da por escuchar a los compañeros y compañeras… Pero esa es harina de otro costal.

Un año más, lo mejor de todo, con diferencia, fue el imitador de Alfonso Guerra. Le sacan del baúl con bolitas de naftalina y cumple a la perfección. Cierto que es imitador corto, de los que se denominan en el mundo del teatro de un solo registro y que, ni de lejos, tiene la capacidad de imitar a otros personajes que poseen por ejemplo mis admirados Luís Figuerola Ferretti y Javier Capitán pero, aun siendo solamente imitador de Alfonso Guerra, es que lo borda.

Los gestos, el tono de la voz, la indumentaria, el maquillaje de la cara, la caracterización, el cuerpo –si acaso un poco más gordo que el auténtico que todos recordamos-. Una imitación casi perfecta.

No es de extrañar que las buenas gentes de Rodiezmo esperen cada año al imitador de Alfonso Guerra, al que tampoco le falla el contenido. Si las formas son casi clavadas, lo que dice no es menos ajustado al personaje real. El de ficción dice las mismas cosas y desparrama los mismos insultos que el imitado. Si acaso, ese contenido resulta ya un poco antiguo y algo manido pero es lo mismo porque el éxito del imitador telonero es idéntico y los buenos socialistas lo pasan en grande. Mucho mejor que con el verdadero Alfonso Guerra que podía resultar de gesto más antipático que el imitador.

Lo único que puede extrañar de los insultos imitados este año es el desprecio a los recuerdos familiares del auténtico. Quizás el imitador de Alfonso Guerra no debió aludir a los ‘robatrajes’, ni a los ‘robarelojes’ y ‘robapañuelos’.

Claro que, tras Bibiana Aído, el respeto a los hermanos y demás familia se nos ha quedado en nada y el imitador de Alfonso Guerra no tiene por qué ir contracorriente.

 
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