¡Qué arte el de Caamaño!

Que nadie se alarme. El patrimonio artístico, del que como sabemos todos, están repletas todas las escuelas públicas de España, está a salvo. No se va a tocar ni un dedo a una Virgen ni a mover la peana de una sola imagen. Todo en su sitio y que no ‘me lo toque nadie’.

Otra cosa es que los españoles en masa hayan solicitado del ministro de Justicia que quite Crucifijos, que clausure capillas escolares y que de belenes en Navidad, nada de nada. Diferente es que los españoles mientras, hacen tiempo en las colas del INEM discutan acaloradamente sobre la laicidad del Estado. Es distinto que en los chiringuitos de las playas –los que quedan- se hable de la necesaria libertad religiosa en los colegios públicos. Y eso Caamaño lo atiende ‘ipso facto’, en un abrir y cerrar de ojos.

Los problemas de la justicia. Los retrasos en las sentencias, la infra dotación de los juzgados, las quejas con el turno de oficio o las sentencias al ‘tresbolillo’, sean quehaceres secundarios que el ministro atenderá una vez descolgados los Crucifijos y desterrados los belenes navideños. Eso es lo que se llama estar atentos a las demandas de la sociedad.

Pues ahí está, míralá, miralá, la nueva memez del gobierno de Rodríguez Zapatero. Ahora, por ley, se decidirá que en las escuelas están de más todos los símbolos religiosos. La pluralidad es el santo y seña de nuestra enseñanza. Otra cosa es el rendimiento escolar de nuestros hijos. Otra cosa es el abandono prematuro de los estudios. Otra cosa es que nuestros universitarios den de lado a la ortografía. Otra cosa es que apenas lean un libro. Otra cosa es su desconocimiento supino de la geografía nacional. Lo urgente es quitar cualquier símbolo religioso. Cristiano por supuesto.

Todas esas deficiencias que nos tienen a la cola de Europa son lo de menos. Lo de más es que no haya un Crucifijo en la pared, o que los niños de otras religiones puedan degustar menús adecuados a sus creencias.

Ni una sola obra de arte será destruida ha dicho el ministro Caamaño y eso ha tranquilizado mucho a quienes tienen sus colegios públicos instalados en catedrales góticas o en los incomparables rincones del románico palentino.

¡Qué arte el de Caamaño!

 
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