Por la boca… La ETA nos confunde

Desde siempre el lenguaje y su perversión ha sido una de las armas preferidas de la banda terrorista. Para tergiversar y ocultar su naturaleza y la realidad de sus acciones, nunca han dudado los terroristas en usar eufemismos, frases equívocas y conceptos lejanos a la verdad de sus intenciones.

Desgraciadamente siempre han encontrado un caldo de cultivo más que preparado para estas operaciones de imagen. Lo han encontrado entre la clase política española y no digamos nada en el extranjero con la aquiescencia y la inacción de nuestros diplomáticos.

Estábamos enfrascados en los dimes y diretes del perdón y de la entrega de las armas. Pedir perdón a las víctimas y entregar las armas eran, hasta ahora, una patente de corso. Si piden perdón y entregan las armas todo está olvidado y parece que el problema se ha solucionado.

Ahora ha entrado otro término en liza. Además del perdón –que nunca han pedido- y de la entrega de las armas –que nunca han llevado a cabo- hay que hablar y dar pábulo al asunto del dolor. A los etarras les duele –valga la redundancia- el dolor causado y aunque no hacen distinción de unos y otros dolores y, por supuesto, no se consideran únicos y exclusivos causantes de ese dolor, a muchos políticos les basta y afirman tranquilamente que estamos en el buen camino.

Si se trata de hacer borrón y cuenta nueva, vale; si se trata de decir que hay que olvidar y que aquí no ha pasado nada, vale; si de lo que se trata es de conceder una amnistía y mirar para otro lado vale, pero que se diga clara y valientemente a los ciudadanos y sobre todo a las víctimas.

Pero si se trata de cumplir la ley y de que cada palo aguante su vela, no es de recibo.

Ha pasado lo que ha pasado, perdones aparte y armas aparte. Aquí hay, ha habido, una banda de terroristas que han asesinado a mansalva, que han sido detenidos, que han sido juzgados y a quienes, con arreglo a la legislación vigente, se les han impuesto unas penas. Bien está, suponiendo que les creamos, el arrepentimiento, el dolor y hasta la entrega de las armas pero los delitos están ahí, las penas impuestas están ahí y su cumplimiento no debería en modo alguno ser negociable.

 
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