Por la boca… Solo faltó la silicona

Los sindicatos han hecho, al parecer, un ensayo general de la huelga general –valga la redundancia- del día 29. Y, como en los buenos ensayos generales, no ha faltado de nada.

Hemos tenido guerra de cifras. Total, una nimiedad: unos hablan de medio millón y otros de treinta mil. Hemos tenido discursos tronantes y mitineros con grandes silencios entre palabra y palabra, discursos lentos, como queriendo subrayar la trascendencia del momento. Hemos tenido consignas, diatribas contra la derecha, contra los empresarios sacamantecas y contra el flamante Gobierno del Partido Popular -flamante no de flama, ni mucho menos de reluciente o brillante sino flamante de algo que se acaba de hacer o de estrenar-, un Gobierno que ha hecho una reforma laboral que según los discursos va en contra de la clase trabajadora.

Y todo esto con un sabor rancio, un olor que atufa a siglo XIX mal digerido, porque los mítines del siglo XIX, y no digamos nada los discursos, eran mucho mejores.

Y además todo esto propiciado por unos sindicatos a los que se puede calificar de casi todo menos de flamantes –en el anterior sentido- porque no son nada recientes y porque lo que tienen de más reciente es su actuación en los ocho años de José Luís Rodríguez Zapatero, actuación que ni siquiera hay que olvidar por la sencilla razón de que no hicieron absolutamente nada.

Por todo ello la convocatoria de huelga general y sus ensayos suena bastante a inocentada. Analizando las frases de los decimonónicos discursos llega uno a la conclusión de que quieren cazar a lazo a los participantes. Por ejemplo, dice Ignacio Fernández el de CC.OO que el Gobierno no asuste a los trabajadores para que no vayan a la huelga. Dice Cándido Méndez el de U.G.T que es el Gobierno el que puede desconvocar la huelga, y dice el banquero de la UGT de Madrid Ricardo Martínez que los trabajadores de Madrid ‘no te olvidamos José María’. Solo faltó la silicona en las cerraduras de las empresas, pero seguro que ya está almacenada y a buen recaudo en los almacenes de los ‘piquetes informativos’.

Naturalmente salió a relucir la guerra de Irak y hasta la ‘quema de la Conferencia Episcopal’. Lo que naturalmente no salió a relucir fue la inutilidad de la huelga para crear empleo, que es lo que nos está haciendo falta.

Una mañana de domingo bien desaprovechada por unos sindicatos que desde el siglo XIX han pasado directamente a estar en las nubes. Lo que ocurre es que, al parecer, en las nubes la silicona estalla y lo pone todo perdido.

 
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