Por la boca… El culpable es Sánchez

A Sánchez le cuesta mucho dar la cara, y enfrentarse con sus responsabilidades -que son más bien culpas- cobardía que, dada su gestión, es bastante comprensible.

En cualquier empresa u organización, el superior es el responsable de las actuaciones de sus subordinados o de los socios que ha elegido. Si, como ocurre habitualmente, es el propio jefe quien ha nombrado a quienes trabajan con él o los ha promocionado para el puesto, la responsabilidad es total y abarca todos los aspectos de la empresa y se juzga con severidad que, ante cualquier contratiempo, el superior se refugie en los subordinados. Cuando eso ocurre se produce el cese del cobarde incapaz de asumir sus responsabilidades.

A Sánchez le cuesta mucho dar la cara, y enfrentarse con sus responsabilidades -que son más bien culpas- cobardía que, dada su gestión, es bastante comprensible.

Se refugia en la presencia del Rey para intentar esquivar abucheos y pitadas; camufla actuaciones abyectas con mentiras y fotos miserables y con sonrisas forzadas y transforma las mentiras en supuestos cambios de opinión. 

Pero el verdadero bunker que ha levantado para su protección personal y el pretendido escondrijo de lo que él hace, es el formado por los ministros que ha nombrado, por los altos cargos que ha designado, por los diputados de los que mendiga el voto, por los partidos con los que se alía y hasta por los inhabilitados, amnistiados y fugados de la justicia con los que departe amigablemente.

Como los nombramientos de Sánchez no se caracterizan por su categoría intelectual, su formación cultural y académica, ni tampoco por un, simplemente aceptable, talante personal que se traduzca en comportamientos mínimamente educados, los tropiezos intempestivos las declaraciones inoportunas, los planteamientos erróneos y las decisiones  desastrosas, son frecuentes y tienen consecuencias irreparables.

Cuando Bolaños interpreta el papel de Bolaños, Belarra expele barbaridades que hacen tambalearse a España en el marco internacional, Montero (la de la cosa fiscal) se desmadra en el plauso (¡¡¡uuuuhh!!!), Marlaska sale trasquilado de los tribunales que antes orlaba con su toga, Escrivá reparte inmigrantes a boleo o Montero (la de turismo en Nueva York) excarcela violadores Sánchez se refugia en los desmanes de sus pupilos para “adecentar” los suyos.

Cuando Rufián insulta al Rey o Aragonés desprecia a todos los españoles, cuando Esteban les mete la mano en los bolsillos o cuando Tezanos o Pumpido prostituyen instituciones y organismos, Sánchez silba mirando a las nubes que previamente ha colocado Zapatero. Pero el culpable es Sánchez que los ha nombrado, que los mantiene, que se alía con ellos o que ha decidido que sean sus votos y sus escaños los que le realojen en La Moncloa.

Cuando la gobernabilidad de España depende de la voluntad de antiespañoles o de delincuentes fugados, el culpable es Sánchez que mendiga sus votos y se pliega a sus voluntades con tal de conseguirlos. 

 

Sánchez es el ejemplo perfecto de quien se refugia en los “dependientes” para eludir rendir cuentas de una gestión de la que él es el único responsable. 

Por eso sería saludable que, sin obviar las críticas a la gestión de los nombrados y encumbrados por Sánchez o de sus compañeros de viaje, la ciudadanía y los votantes, tuvieran en cuenta quién es el verdadero y último culpable de los desafueros y de las consecuencias de esos desafueros.

La carcajada: Dice Ábalos -tras purgar sus culpas en el Gobierno y reaparecer en televisión- refiriéndose a lo que hicieron los del tsunami democrático en Cataluña: “No tomaron una calle ni asaltaron una calle, era expresión popular y democrática. Las manifestaciones en Ferraz, son vandalismo”. 

Comentarios