Por la boca… Éramos pocos y parió la protocursi de Sumar

Aunque Díaz ha demostrado, desde que apareció en política, la empanada mental que tiene con Lenin, con Marx y hasta con Engels, cualquiera de los tres se volvería inmediatamente al sarcófago, incorruptos o corruptos, si levantaran la cabeza y leyeran las cosas que se permiten escribir los de Díaz para atraer a los militantes y amigos, que de todo hay en el movimiento que ha refundado o, más bien, refundido.

Lo de protocursi es un acertadísimo calificativo que emplea don Benito Pérez Galdós en Misericordia y con el que retrata a un pobre de solemnidad y vergonzante, llamado Francisco Ponte Delgado, que también en palabras de Galdós flanea por el barrio de Lavapiés y la calle de Atocha, en los aledaños de la Iglesia de San Sebastián, recinto que enseñorean, en su calidad de mendigos de primera fila, Benigna y el moro ciego, Almudena.

No es que fuéramos pocos en cuanto a formaciones políticas, ni que Sumar venga como la abuela del dicho; se trata de que, con independencia de ideologías y programas electorales o de propuestas de hipotéticos gobiernos, lo que explicita y dice Sumar -se supone que por mano y boca de Díaz- con motivo de su enésima puesta de largo, es de lo más divertido que se ha publicado en los últimos tiempos, incluidas las revistas de humor.

Aunque Díaz ha demostrado, desde que apareció en política, la empanada mental que tiene con Lenin, con Marx y hasta con Engels, cualquiera de los tres se volvería inmediatamente al sarcófago, incorruptos o corruptos, si levantaran la cabeza y leyeran las cosas que se permiten escribir los de Díaz para atraer a los militantes y amigos, que de todo hay en el movimiento que ha refundado o, más bien, refundido.

Su manifiesto –o lo que sea- dice entre otras lindezas:

“Sumar busca convertir el caudal de apoyo político recibido, en una fuerza política organizada inserta en el territorio social y al mismo tiempo motor de lazos comunitarios y generación de una subjetividad política alternativa que prefigure el mundo que deseamos”.

Tras leer el primer párrafo, ante eso del “caudal político recibido”, ya hubieran vuelto a doblar la servilleta Engels, Marx, Lenin y cualquier otro de la pandilla, porque llamar caudal a lo que le pasó a Sumar en las últimas generales es cuando menos pretencioso.

Y en la última línea lo de la “subjetividad alternativa que prefigure el mundo que deseamos” hubiera hecho saltar las lágrimas de Lenin, de Engels y hasta de Marx.

Y en otro párrafo no menos luminoso se declara que “Sumar asume la necesidad de un rearme ideológico que pase por postular y defender un horizonte concreto y deseable de justicia social, equilibrio con la tierra y el goce de la libertad compartida. Un horizonte que guíe una política de transición entre la mejora de la vida en el mientras tanto y los avances hacia una sociedad mejor, verde, justa y feminista”.

 

Y es que cuando hay ideas, hay ideas. Y si, además, esas ideas son claras y explícitas, ya es el sumun y hasta se llegaría, si posible fuera, nuevamente, a provocar la emoción de Engels, de Marx y de Lenin.

Si pensador uno, filósofo otro y activista político alguno de los tres, hubieran tenido más sentido del humor del que demostraron en vida, las carcajadas se hubieran oído mucho más allá de plazas más o menos rojas. Menospreciar al adversario -siempre de boca para fuera- mientras los ojos reflejan, no tanto el desprecio, como el odio y hasta el miedo, no parece suficiente para un caudal político de una fuerza supuestamente organizada, por muy caudaloso que suponga.

Hay que reconocer que una de las escaseces más flagrantes de la vida política española está en todo lo que al humor se refiere. Los políticos cuando se ríen, incluso a carcajadas, lo hacen para intentar zaherir al enemigo político.

 Por eso las intervenciones de Díaz, sus arrumacos, sus guiños y hasta sus abrazos, resultan un alivio entre tantas tensiones (Garamendi mediante). Las bajadas de sueldo a los empresarios, incluidas; las subidas del salario mínimo, incluidas; la reforma de los despidos, incluida e incluida la aplicación del comunismo, en pleno siglo XXI, a la economía de un país occidental y se supone que viviendo en libertad y en democracia, suponen todo un reto para eso del caudal. Todo en el mismo paquete

Pero por encima de todo, guiños también, está lo que pergeña Díaz directamente y sin intermediarios y, en plena campaña electoral en el País Vasco, se presenta en Vitoria, ante los que se supone suyos, y va y dice: “La gente madrileña es un poco rara, con todo el cariño lo digo. Se quedaban sorprendidos porque ponía a coordinar a un  grupo de cultura a un representante brutal de la cultura española, Bernardo Atxaga, porque era un escritor que escribía en vuestra lengua y yo, la verdad, es que sonreía y me quedé profundamente sorprendida”.

Los raros no son los madrileños. Lo raro es que alguien se dedique a llamar “representante brutal de la cultura española” a Atxaga y además lo haga en Vitoria entre discursos, lógicamente, en euskera.

Y ya puesta a parir, Díaz pare día tras día, ideas y propuestas que solamente servirían, si se pusieran en acción, para perjudicar a los empresarios y a las empresas, para ahuyentar a los inversores y, por supuesto, para perjudicar a la economía española y con ella a la economía de cada uno de los españoles.

Y es que las “paridas” que pare son memas y “protocursis”. 

Que diría Galdós. Y hasta lo diría Lenin, si hubiera leído Misericordia.

La carcajada: Dice Díaz en Vitoria en pleno mitin electoral: “Yo, aunque no he entendido nada de lo que me han dicho en euskera, confío en que fueran cosas bonitas”… Y guiñó los ojos mientras sonreía.

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