Por la boca… La feria de San Isidro deja algunas incógnitas

Ha terminado la feria de San Isidro, la más importante, la que se celebra en la primera plaza del mundo y en la que está puesta la mirada de lo que el maestro Díaz Cañabate llamó ‘el planeta de los toros’.

Como en todas las ferias, en esta, también ha habido claroscuros, cosas muy buenas, buenas, no tan buenas y hasta malas, pero ahora que ha finalizado el maratón de un mes de toros, bueno será que hagan algunas reflexiones aficionados, empresarios, presidentes, ganaderos y toreros, tratando de despejar incógnitas que quedan sin resolver tarde tras tarde.

¿Cuándo los aficionados de las Ventas se percatarán de que el peso no es fundamental en los toros? Un toro con trapío, con años, con cara, bien armado, en el tipo de su ‘casa’, no tiene por qué pesar 600 kilos. Es más, un toro con 600 kilos –salvo excepciones que siempre las hay- tiene menos posibilidades de embestir y de moverse.

¿Por qué hay sectores de la plaza que se empeñan en que haya toreros que se sientan incómodos en Madrid y apenas les permiten hacer su toreo? ¿Por qué esos sectores ‘colonizan’ la opinión mayoritaria de veinte mil espectadores?

¿Por qué esos mismos sectores acuden a la corrida con una opinión predeterminada en positivo o en negativo hacia ciertos toreros y ganaderías?

¿A qué viene la manía de la colocación y creen algunos que el ‘cruzarse’ es condición indispensable, para torear bien y con pureza? Estar ‘fuera de cacho’ es una cosa y el cruzarse por rutina, es otra.

¿Cuál es la razón por la que se pica trasero a la inmensa mayoría de los toros?

¿Por qué han perdido toda su vigencia las vueltas al ruedo, que en Madrid eran todo un logro en muchas ocasiones y para muchos matadores?

¿Quién es el culpable de que se alarguen las faenas de forma inadecuada, con el consiguiente problema a la hora de cuadrar un toro para matarlo?

 

¿Por qué se rechazan –no se les concede el mérito que tienen- las llamadas faenas de aliño, lidiando bien, cuando un toro no se presta a florituras?

¿Cuándo se van a enterar los presidentes de que la primera oreja la concede el público y hay que concederla siempre que haya mayoría de pañuelos, sin que tenga ningún peso su criterio?

No atraviesa la Fiesta unos momentos fáciles y la situación no es como para que los públicos y los profesionales anden con dudas, con trucos, con manías o con ideas y actitudes que no conducen a nada.

La exigencia y la protesta habitual y continua –si no hay motivo- por mucho que algunos lo crean, no es sinónimo de conocimientos taurinos.

El ‘enteradillo’ no hace ningún bien a la Fiesta de los Toros.

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