Por la boca… Sánchez: líder en nada y débil en todo

Sánchez -como diría un viejo dirigente socialista- es un débil esférico, es decir, se le mire por dónde se le mire, es un político débil. Débil en su trayectoria política. Débil perdedor de elecciones con resultados electorales bajo mínimos. Débil dentro de su propio partido. Débil ante la opinión pública. Débil en su Gobierno con una coalición deshilachada y cismática. Débil en las negociaciones llevadas a cabo para la investidura. Débil en una presidencia europea que ha pasado con más pena que gloria. Débil ideológicamente. Débil como parlamentario…

Ahora que la propaganda oficial se dedicará a presentar a Sánchez como un líder en plenitud, que ha logrado mantenerse en el poder, que ha sido capaz de lograr esa mayoría que dicen progresista, que ha conseguido una coalición, que ha solucionado el problema catalán y que lleva a España a sus más ansiados estándares de bienestar, es el momento de poner de relieve la falta de liderazgo de Sánchez y su manifiesta debilidad.

Sánchez ha perdido las elecciones, tiene 121 escaños y como le hacen falta 176 ha tenido que “comprar” 58 (aunque hay que descontar los 31 de Sumar, que no han sido comprados sino regalados, a cambio de una vicepresidencia) cediendo, entregando y mostrando una debilidad que ya es patológica. 

Un supuesto líder que ni lidera  nada, ni lidera a nadie.

Y tras la investidura, Sánchez, tendrá que estar pagando día y noche, minuto a minuto, los 58 escaños que le faltan para sobrevivir. Y lo peor es que nadie conoce el precio de esas compras aunque, a la vista está, será un costo canallesco e infame.

Sánchez es débil en su propia trayectoria política, con situaciones manifiestamente a la baja y de las que ha ido saliendo con malas artes.

Débil perdedor contumaz de elecciones, con unos resultados electorales bajo mínimos, y que han colocado al PSOE en las cifras más pobres de su historia. 

Débil ante la opinión pública y con la calle mayoritariamente en contra.

Débil dentro de su propio partido, dónde es discutido, denostado y criticado en privado y en según qué momentos, y según qué personas, en público, dónde solamente a base de los sueldos que reparte apenas le toleran. 

 

Débil en su Gobierno, una coalición deshilachada y cismática en la que mantiene una supuesta autoridad en una parte, mientras que en la otra ni puede nombrar ministros, ni puede cesarlos. 

Débil en las negociaciones llevadas a cabo para la investidura. Débil con Puigdenmont, con Junqueras, con Otegui y con Ortúzar. 

Débil en una presidencia europea que ha pasado con más pena que gloria, soportando desplantes ausencias y humillaciones de todo tipo, sin ejercer liderazgo alguno y sin tomar una sola decisión de mínima relevancia. 

Débil ideológicamente, sin convicciones ni principios y carente de recursos dialécticos.

Débil como parlamentario que huye del control y de las confrontaciones, a las que necesita presentarse “dopado” en tiempos y en intervenciones.

Débil ideológicamente y débil intelectualmente. 

Sánchez -como diría un viejo dirigente socialista- es un débil esférico, es decir, se le mire por dónde se le mire, es un político débil.

Se suele decir que Sánchez, con tal de permanecer en el poder, es capaz de vender su alma al diablo. No deja de ser una frase hecha porque se supone que Sánchez no cree en el alma y tampoco creerá en el diablo. Pero el problema para España es que Sánchez no cree en España, no cree en la democracia, no cree en la igualdad y ni siquiera cree en el socialismo.

En el mejor de los casos y, recurriendo a los clásicos de la Roma antigua, Sánchez tiene la potestas que le da La Moncloa, pero carece en absoluto de la auctoritas que es el prestigio y la fuerza moral que se supone en alguien que pretende tener un liderazgo, sea el que sea.

Sánchez es un político “blando” en sus decisiones, vulnerable en la negociación, endeble en sus principios y políticamente enclenque, un político anémico que apenas se mantiene en pie, apoyado por los que menos se fían de él.

 En esas condiciones se dispone a afrontar una legislatura que algunos auguran corta pero que, en todo caso, será sincopada, con altibajos y transcurrirá de susto en susto, porque cada vez que dé un paso, deberá contar con la autorización de quienes le han llevado a La Moncloa y le mantienen en La Moncloa.

Ahora que el filósofo francés está tan de moda, habría que recordar aquello que decía Montesquieu: “Un hombre ambicioso no es desgraciado por tener ambición, sino por dejarse devorar por ella”.

Y Sánchez, además de ser un político débil, es un político políticamente enfermo. 

La carcajada: ¿Será cierto que uno de los “relatores internacionales” que propone Puigdemont, dentro de sus exigencias, es Ortúzar, el pedigüeño en jefe del pedigüeño PNV, o sea, Neguri sector renovado?

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