Un Congreso castrado

El recién nombrado presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Lo único que se podía esperar de Sánchez, era alguna mentira nueva, algún insulto distinto. Pero ni siquiera eso, porque las mentiras, la sarta de mentiras, la ristra de mentiras, el cúmulo de mentiras y los insultos la sarta de insultos, la ristra de insultos y el cúmulo de insultos, fueron las de siempre.

Los que entienden de programación radiofónica, siempre han afirmado que la sorpresa es una de las bazas a jugar por quién hace un espacio radiofónico,  para captar audiencia y por el contrario afirman que, cuando el oyente conoce de antemano lo qué le van a decir, e incluso cómo se lo van a decir, la audiencia tiende a abandonar la sintonía de que se trate.

Era absurdo esperar ninguna novedad, no ya sorpresa, en la sesión de investidura. Todo pactado, todo hablado, todo decidido y acordado, no solamente fuera del Congreso, sino fuera de España. Nada había que esperar y nada hubo, fuera de lo esperado. En fondo y en forma, todo transcurrió según lo previsto y los insultos y las pretendidas ironías punzantes, eran las de cada día.

Lo único que se podía esperar de Sánchez, era alguna mentira nueva, algún insulto distinto. Pero ni siquiera eso, porque las mentiras, la sarta de mentiras, la ristra de mentiras, el cúmulo de mentiras y los insultos la sarta de insultos, la ristra de insultos y el cúmulo de insultos, fueron las de siempre.

Sin ideas –algo imposible en Sánchez- solamente hubo cuatro cosas, conocidas, prometidas e incumplidos con anterioridad. Cuatro cosas que en más de seis o siete horas de intervenciones de mañana y tarde, repitió una y otra vez, sin ni siquiera molestarse en cambiar las palabras empleadas o el orden de los párrafos.

Si las mentiras han sido las de siempre también los gestos chulescos, la mandíbula contraída y el rictus crispado, en según qué momentos, fueron los habituales.

Y el tono áspero, marcado por el odio y camuflado con pretendido humor, para unos interlocutores, dejaba paso, sin solución de continuidad, a lo untoso, lo babeante, lo melifluo y lo rastrero, cuando de responder a los chantajistas se trataba.

Y el muro… cuando en la Europa Occidental alguien forma un gobierno en coalición con los comunistas, la palabra muro debería tenerla proscrita de su vocabulario; pero si la cabra tira al monte, Sánchez tira cada vez más para el Este, igual impulsado por Puigdemont.

Y de tanto tirar al monte, Sánchez en pleno éxtasis -y entre arrumaco y arrumaco a los separatistas que le han hecho presidente- llego a elogiar la oratoria de Rufián. 

 

Pero hay que hacer un inciso para destacar una mejora sensible de Sánchez aunque no sea cosa de él sino del sastre. Llevaba una chaqueta- los pantalones estaban menos a la vista- de su talla, sin apreturas y con solapas normales. Todo un logro en quien tanto fracaso acumula. 

Y en el Banco Azul, también lo previsto,. Desde los aspavientos, alegrías y risas y manoteos entusiastas de Montero (¡¡¡uuuhhh!!!) la de la cosa fiscal, hasta los aplausos desmedidos de Iceta, pasando por los bostezos de Marlaska. Y como novedad, las displicencias de las “cesadas in pectore”, de Podemos y sus complacencias al escuchar las puyas, que a ellas se referían, de Feijóo a Sánchez.

Y Armengol… (sus sonrisas y ojitos a Sánchez al darle la palabra, pasarán a la historia) que consiguió concitar todas las expectativas para tratar de descubrir dónde se coloca el pinganillo que la comunica con la línea de órdenes del Banco Azul, para que sepa cuando tiene que decir eso de quitar y poner en el diario de sesiones y dé y quite la palabra cuando se lo indiquen.

Y la intervención estelar de López (pero Pedro ¿tu sabes lo que es una nación?) que se marcó un discurso que fluctuaba entre el remedo, la copia y la imitación de lo que dijo Sánchez y, más allá  -en según qué párrafos- mirándose en el espejo de Puente. Papelón del ex lendakari -gracias al Partido Popular- con un entusiasmo indescriptible, con un fuego en el verbo digno de Demóstenes y unas creencias firmes en lo que decía, aunque no tenga nada que ver con lo que afirmaba de Sánchez en ocasiones pasadas, cuando por orden de Sánchez estaba en la nevera como a los árbitros malos. A López (pero Pedro ¿tu sabes lo que es una nación?) solamente cabe hacerle un reproche: seguramente impedido por el tiempo que dedica a pelotillear a Sánchez y a ganarse el puesto (el que sea) no ha podido enterarse, aunque fuera por encima, de la historia del PSOE desde que lo fundara Pablo Iglesias.

Una sesión prevista en todo, sin novedades, que acaba por destruir lo poco que Sánchez había dejado del Congreso de los Diputados y que ha terminado con el Poder Legislativo en España.

Y una novedad muy de señalar: los españoles se han enterado de que a Isabel Díaz Ayuso, “le gusta la fruta”. Pues, gustos aparte, muy bien dicho presidenta, porque la fruta siempre hay que promocionarla.

La carcajada: Nada más ridículo, histriónico e impostado, que las carcajadas de Sánchez en la tribuna del Congreso. Eran las carcajadas de la vergüenza. Risa nerviosa; risa de desesperación; risa equívoca; risa simulada; risa tonta… ¿risa de hiena?

Comentarios