Entre la “crisis de los misiles” y la guerra de Ucrania: 60 años de la “Pacem in terris” de Juan XXIII”

Pedro Sánchez.

Justicia, libertad y verdad, son tres pilares sobre los que se asienta la encíclica que aboga por la búsqueda del bien común, la defensa de los derechos de todos los hombres, el diálogo, el respeto y la comprensión.

En octubre de 1962 se producía una amenaza de guerra mundial, a causa de la llamada “crisis de los misiles”; un contencioso entre los Estados Unidos de Kennedy y la Unión Soviética de Kruschev, que se resolvió felizmente por vías diplomáticas cuando todo parecía estar abocado a la confrontación. Ahora, el mundo se enfrenta a otra creciente amenaza de conflicto, tras la invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin.

En todo el tiempo transcurrido entre uno y otro desafío, la paz nunca ha  sido ni universal ni viable, por cuanto las llamadas guerras locales se suceden con una insistencia que dice poco del afán de los estados y de sus dirigentes por implantar en el mundo una verdadera paz.

Apenas transcurrido medio año desde la “crisis de los misiles” y 53 días antes de su fallecimiento, Juan XXIII publicaba su última encíclica, la “Pacem in terris”, que en estos días cumple 60 años y que, debido a las continuas confrontaciones bélicas, está y es en todos sus postulados, de enorme actualidad.

Debería dar qué pensar que, con los cambios de toda índole que ha experimentado nuestro mundo, el escrito de un Papa sobre la paz entre los hombres y las naciones, conserve toda su frescura, siga poniendo el dedo en muchas de las llagas que aquejan a la humanidad y ofrezca, a 60 años vista, soluciones que son perfectamente plausibles en la actualidad.

Justicia, libertad y verdad, son tres pilares sobre los que se asienta la encíclica, que aboga por la búsqueda del bien común, la defensa de los derechos de todos los hombres, el diálogo, el respeto y la comprensión.

La libertad de la persona -siempre amenazada precisamente por quienes buscan la confrontación y la guerra como coartada para privar a los hombres de sus derechos más elementales- es aludida constantemente por el Papa Juan, que hace de ella el eje de todas las actuaciones de los poderes públicos y una condición indispensable para la consecución de la paz.

No se trata de consignas religiosas ni mucho menos de dogmas más o menos “espiritualizados”, sino de modos de convivencia universal, que deberían de merecer el respeto de cualquier hombre de buena voluntad, con independencia de su ideología política y de sus creencias.

Juan XXIII -un Papa “halagado” por quienes siempre acechan, para mal, a la Iglesia y calificado de “Papa bueno” y “Papa de la sonrisa”- no fue demasiado escuchado, ni se tomaron en consideración muchos de sus postulados y análisis en relación al logro de la paz en el mundo.

 

Roncalli, eminente diplomático vaticano en nunciaturas comprometidas y en momentos difíciles, tales como la II Guerra Mundial, también expuso en la “Pacem in terris” sus experiencias de “componedor” en bastantes conflictos internacionales.

Un bagaje que quedó perfectamente esculpido en una gran encíclica.

Lástima que no se le hiciera excesivo caso. Pero más penoso es que la situación de la humanidad, en lo que se refiere a la paz entre los hombres, haya mejorado tan escasamente en 60 años.

La carcajada: Sánchez mientras era abucheado en un mitin: “La diferencia es que nosotros no insultamos”.

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