El discurso del Rey y los críticos, tartamudos mentales

El Rey Felipe VI ofrece su tradicional discurso de Nochebuena desde Zarzuela, en Madrid (España) a 24 de diciembre de 2023. Fecha: 24/12/2023.
El Rey Felipe VI ofrece su tradicional discurso de Nochebuena desde Zarzuela, en Madrid (España) a 24 de diciembre de 2023. Fecha: 24/12/2023.

Una de las rutinas más lerdas que hay que sufrir son las declaraciones, los análisis y las críticas al discurso navideño del Rey. Siempre lo mismo y por los mismos, salvo los cambios en las portavocías de los partidos que casi nunca son a mejor y el sucesor siempre hace bueno al sucedido.

De los muchos problemas de la política española y de los políticos españoles, la afición a la rutina se lleva la palma. Se instalan costumbres en el quehacer de los partidos políticos, costumbres memas que permanecen año tras año y ocasión tras ocasión y que van desde el paseo desde el escaño a la tribuna con aire de superioridad y de suficiencia, hasta las posturas adoptadas una vez “empotrados” en el “arengario” parlamentario, hasta los paseos en grupo, presididos por el líder, Carrera de San jerónimo abajo, pasando por eso de la entrega de carteras de los ministros salientes a los entrantes incluidos abrazos salvo que las salientes sean las belarras o las monteros que no están para abrazos. 

La afición por hacer declaraciones y analizar quién ha ganado en un debate parlamentario, hacer predicciones sobre nombramientos en los gobiernos, vivir de las encuestas y criticarlas o alabarlas sin ningún criterio, hablar de la democracia venga o no venga a cuento, hacerlo más pronto que tarde en sede parlamentaria y repetir muchas veces lo de señoría para dirigirse a quien se ha insultado o se va a insultar, son modas o modismos que usan los ayunos de otros recursos neuronales y oratorios.

Y luego está la moda del análisis del lenguaje gestual (uno piensa que es hacer gestos con la lengua) pero no es eso y hay especialistas que hasta leen en los labios, como en un libro abierto que decían las abuelas y por eso, hasta los futbolistas cuando se insultan al final de un partido, más o menos disputado, se ponen la mano en la boca como si sufrieran un  ataque de tos.

Una de las rutinas más lerdas que hay que sufrir, son las declaraciones, los análisis y las críticas al discurso navideño del Rey. Siempre lo mismo y por los mismos, salvo los cambios en las portavocías de los partidos que casi nunca son a mejor porque el sucesor siempre hace bueno al sucedido.

Y con independencia del contenido del discurso y de los posteriores análisis, las comparaciones, siempre odiosas, son lo más divertido.

Porque comparar la imagen del Rey, su forma de expresarse, sus gestos y hasta sus posturas -por muy ensayadas que estén- con los gestos, las posturas, la mala dicción y hasta la indumentaria de los críticos y analistas, es motivo de una sana jocosidad, cuando no de cachondeo; si además se echa un vistazo a las últimas intervenciones parlamentarias de los analistas navideños, el pitorreo es universal.

Porque desde Esteban, recién llegado de Neguri, hasta la novedad de Lois, que fala galego y que -aunque no es tan besucona ni sobona como su jefa- también tiene lo suyo en los aspectos formales de sus discursos, pasando por los proetarras y los separatistas catalanes, el catálogo es antológico, por las memeces que dicen y por cómo las dicen.

Y llega el mundialmente esperado discurso del separatista de la Generalidad. Aragonés entre cambio de banderas -esas que tiene de quita y pon para cuando va Sánchez a rendirle cuantas o a rendirle lo que haga falta- dice la tontería prevista, insulta al Rey y a los españoles que no son separatistas, dice cuatro lugares comunes -comunes porque son los de siempre- y se va tan contento paseando ceremonioso entre arcos del gótico catalán.

 

Arcos de los que no goza Puigdemont, que desde la tapa entreabierta del maletero, escupe rencores, exhala sudores de exiliado y mira a hurtadillas por si a alguien le da por cumplir eso de la captura, porque lo de la busca ya está de más.

Y todos orgullosos de lo que han dicho al Rey, del Rey y del discurso del Rey.

Pura rutina en la que, también rutina, se  echa de menos los gorritos de papás y mamás (que diría Díaz) Noel (noeles que diría alguno de los analistas) que, a todos “los abajo firmantes”, les darían algo más de seriedad  y prestancia, por paradójico que pueda parecer.

La carcajada: En aquel tiempo dijo Sánchez: “Con Bildu no vamos a pactar. Si quiere se lo digo cinco veces o veinte, con Bildu no vamos a pactar”.

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