“Estrategiitas” de partido

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y Pablo Casado, líder de la oposición
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y Pablo Casado, líder de la oposición

Ante una situación mundial –y muy concretamente en España- más que comprometida en lo económico, lo geoestratégico, lo sanitario, lo social y hasta en el plano ético, los políticos, todos los políticos, de izquierda y de derecha, se dedican a discutir quién tiene que telefonear a quién, cómo denigrar al adversario, la manera de apropiarse de aparentes triunfos de cara a los ciudadanos y fundamentalmente a cálculos electoralistas.

Decía Ortega en una de sus frases más criticadas –posiblemente porque era una de las más claras de entender- que “ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”.

La frase, a la vista de la política española y de los políticos que la protagonizan, es de máxima actualidad.

Ante una situación mundial –y muy concretamente en España- más que comprometida en lo económico, lo geoestratégico, lo sanitario, lo social y hasta en el plano ético, los políticos, todos los políticos, de izquierda, de derecha y de lo que se quiera -y que aparece de vez en cuando en el panorama parlamentario haciendo ofertas de escaños- se dedican a discutir quién tiene que telefonear a quién, cómo denigrar al adversario, la manera de apropiarse de aparentes triunfos de cara a los ciudadanos y fundamentalmente a cálculos electoralistas en función, no de sus planteamientos ideológicos, que no los tienen, sino de sus intereses partidistas y personales.

Pululan en todos los partidos los estrategas, de categoría mínima, cuya cortedad mental corre paralela a su cortedad de miras y, por supuesto, a las escuchimizadas estrategias que proponen para ganar el favor de los electores. Estrategas de “estrategiitas”.

La batalla endogámica de la derecha española es, además de suicida, algo que tiene poco sentido y que solamente se justifica en los intereses personales de sus líderes.

Además, dentro de las propias formaciones, hay escaramuzas constantes que ni siquiera son fratricidas, peleas sin enjundia a base de celotipias, y de afrentas personales que se basan en discutir fechas, oportunidades electorales y hegemonías locales.

La izquierda se encuentra inmersa en la habitual guerra entre el comunismo y el socialismo y, aunque disimula tras la mesa del Consejo de Ministros, reproduce los navajazos de no hace demasiados años.

Los separatismos regionales se enfrascan en discusiones pueblerinas que no tienen más objetivo que captar adeptos en unos supuestos caladeros  de votos intentando demostrar quién es el más separatista, el más localista, el que más odia a España, el que logra más ventajas y el que más tuerce el brazo al Gobierno.

 

Aunque es predicar en el desierto de la estulticia, a lo mejor hay que decir que ha llegado el momento de que los partidos, todos los partidos, se enteren de una vez por todas de cuál es su función en un país democrático y abandonen los personalismos y las estrategias enanas y vacías, para ocuparse, con un mínimo de sentido, de lo que realmente preocupa a los ciudadanos y que su fuerza e incluso su prestigio para pedir el voto, esté en su ideología y en sus propuestas, más que en las personas y en sus apetencias de poder.

La carcajada: Dice Sánchez en plan de fino analista de la situación internacional: “Es importante trasladar que si ocurre lo que nadie quiere que ocurra evidentemente que va a haber sanciones contra Rusia. Va a tener unas consecuencias masivas, gravísimas para su economía en términos de sanción por parte de la Unión Europea”

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