Por imperativo legal

Varios diputados recién elegidos han tomado posesión de sus escaños ‘por imperativo legal’. Ni han jurado ni han prometido. Han dicho la memez –la mejor de todas las memeces, la de Cayo Lara- y se han vuelto a sus respectivas sedes tan ufanos de la hazaña, hazaña que causaba la hilaridad de muchas de sus señorías que habían prometido o jurado y a quienes -por lo visto- les hace gracia que algunos de sus ‘coleguitas’ se mofen del reglamento de la cámara que representa la Soberanía Nacional. Una memez que nunca llega a la tontería de renunciar a las prebendas de su poltrona en la Carrera de San Jerónimo. Pero de estas nos van a venir muchas a lo largo de la legislatura.

Lo que pasa es que ‘el imperativo legal’ no se queda en la memez de unos cuantos. El imperativo legal –ya sin comillas’- nos afecta a todos y todos lo sufrimos día a día.

Por imperativo legal los españoles tenemos que aguantar a diputados que nosotros hemos elegido y que se sientan en sus poltronas por ‘imperativo legal’ –ahora con comillas-.

Por imperativo legal hay que tolerar que el representante de la Esquerra Republicana de Cataluña le diga al Rey, en sus narices, ‘señor Juan Carlos’ márchese a su casa y además yo no quiero estar aquí.

Por imperativo legal tenemos que soportar que Gaspar Llamazares se sienta tratado injustamente tras la ‘magnífica labor’ que ha hecho como diputado.

Por imperativo legal tenemos que resignarnos a que la ETA esté en el Congreso de los Diputados con todas las bendiciones legales habidas y por haber.

Por imperativo legal hay que ver y ‘tragar’ que esas bendiciones le vengan del Tribunal Constitucional.

Por imperativo legal tenemos que asistir al espectáculo de Pérez Rubalcaba tirando por tierra todo lo que nos contó en la campaña electoral.

Por imperativo legal tenemos que admitir como algo completamente natural que sea el jefe del Ejecutivo quien decida quién es el presidente del Legislativo.

 

Y es que por imperativo legal hasta tenemos que escuchar a José Mourinho compararse con Miguel Muñoz. Claro que eso no es un imperativo legal. Eso es una blasfemia futbolística.

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