El mitin de Armengol y la subida de pantalones de Sánchez (aprovechando que no estaba Puigdemont)

Todo muy divertido, institucional, democrático, sostenible, feminista y verde. Y sería más divertido si el Congreso sirviera para algo más que para aprobar las decisiones que -para España y las vidas de los españoles- toma fuera de España un prófugo de la justicia, decisiones que pasan por el tamiz de un mediador extranjero y con la cara tapada. 

Los saraos que tienen lugar en la Carrera de San Jerónimo son entretenidos tanto en cuanto dejan ver, muy a las claras, el nivel de sus señorías (o lo que sean).

Y desde los mítines de Armengol a los aplausos desenfrenados de los socialistas, pasando por las caras de mal humor de algunos, se ve de todo.

La verdad es que los discursos tienen poca importancia. El Rey dice lo que puede decir y lo más que hace es fruncir el ceño. Lo que va a decir Armengol se sabe de antemano desde que Sánchez la trajo al paraíso madrileño, cuando los mallorquines la echaron de las islas, urnas mediante.

Todo muy divertido, institucional, democrático, sostenible, feminista y verde. Y sería más divertido si el Congreso sirviera para algo más que para aprobar las decisiones que -para España y las vidas de los españoles- toma fuera de España, un prófugo de la justicia, decisiones que pasan por el tamiz de un mediador extranjero y con la cara tapada. 

Es divertido ver a los representantes de la soberanía nacional en sede parlamentaria (que diría un cursi) apretados y sin apenas sitio para “culiparlar”; están como piojos en costura, e incluso, hasta sin costura.

Es divertido ver como “culiparlan” a base de aplausos (Armengol, a ver cuándo sustituimos el marcador de votos por el aplausómetro).

Es divertido constatar las ausencias y hasta las presencias en la tribuna de invitados.

Es divertido contemplar los entusiasmos y las risas de Díaz, que aprovecha las ausencias de Calviño (haciendo campaña por el mundo, para eso de Europa) para ganar un puesto en el Banco Azul y acercarse a Sánchez, no se sabe si por el aquel de tener más fáciles los arrumacos y los sobeos y los besuqueos.

 

Es divertido ver el cómo y las formas de los saludos de la mayoría de las señorías a los Reyes y a la Princesa. Saludos de “medio cancherete”, sonrientes, aduladores, de espinazo tieso o de rictus bobalicón, aunque todos reclamarán la foto del estrechamiento de manos y hasta algunos, encabezados por Díaz, se reprimirán ante la llamada, casi erótica, del beso, la caricia y el manoseo a las regias personas.

Es divertido ver a los de la bandera tricolor en el corazón, aplaudir las palabras del Rey.

Es divertido ver las alegrías de los ex, que han sido ubicados escaños arriba y cuyo paradigma es Iceta, con aspecto de decir aquello de: “qué contentos tenemos que estar”.

Es divertido ver a Puente, que no es que no quepa en el sillón, es que no cabe en sí de gozo en cuanto recuerda que es ministro y hasta tiene que aguantarse las ganas de asaltar la tribuna para exhalar sus fogosidades verbales. Pero de momento no toca, porque eso de la fogosa oratoria corre a cargo de López (pero Pedro ¿tú sabes lo que es una nación?).

Es divertido ver la cara de mala leche de Esteban (el del tractor), que dicen las malas lenguas que su gesto desabrido se debía a un problemilla en el cobro de las dietas correspondientes al mes pasado, en el que tanto trabajaron sus señorías.

Todo un espectáculo que solamente se vio empañado por la ausencia de Puigdemont, ausencia que aprovechó Sánchez para -mientras hablaba con el Rey- subirse los pantalones pitillo.

La carcajada: Dice López (pero Pedro ¿tú sabes lo que es una nación?) dolido por la falta de aplausos de la derecha al mitin de Armengol: “Es no tener ningún sentido institucional, ningún respeto ni cortesía parlamentaria”.

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