Ni la paz, ni la caridad, ni el bodrio

Es malo, no tiene guión, la realización es mareante, los pseudo-reportajes que pretenden ser ingeniosos son burdos y las gracietas se ven venir de lejos; los supuestos ‘gags’ no sorprenden a nadie y, para colmo, el presentador no tiene la menor solvencia, se ríe de sus propias bromas –debe de ser el único- y su presencia ante la cámara se basa en un movimiento continuo y en una serie de saltos y cabriolas en busca de una hipotética agilidad en la sucesión de imágenes. Un auténtico bodrio.

Además, todo el argumento del programa es la ofensa gratuita y sin el menor sentido, es decir, la ofensa por la ofensa, a la Iglesia Católica y, no solamente a los católicos, sino a todos los que tengan un mínimo de sensibilidad y de respeto a las creencias de cada cual. También en los contenidos, un auténtico bodrio.

Las reacciones ante el bodrio no se han hecho esperar. Es lógico que sean muchos los que se han sentido ofendidos y agredidos en temas que, por su naturaleza, deberían ser objeto de un mínimo de respeto. Ha habido reacciones para todos los gustos: desde una marca de cerveza que ha decidido retirar la publicidad del espacio-bodrio, hasta la carta anodina, sin sentido, llena de lugares comunes y de rodeos que envían unos “céntricos grandes almacenes” a quienes les han escrito para pedirles que también retiren sus anuncios del bodrio.

Que a estas alturas, los ‘grandes almacenes’ se escuden en el respeto a los contenidos, en los horarios de emisión o en que la publicidad de sus ‘grandes tiendas’ la planifica una central de medios, no deja de ser una escusa-bodrio.

Puede ser un camino ese de tocar el bolsillo a quienes producen el bodrio, o el de “tocar la tarjeta” a quienes contribuyen al bodrio con su publicidad, pero no es lo mejor.

Lo mejor es que, de una vez por todas, las emisoras de televisión programen con un mínimo de solvencia profesional y de dignidad ciudadana, ahora que eso de la ciudadanía está tan de moda. Han dicho los responsables de La Sexta que todo es humor, que ellos se ríen, con buena fe, hasta de sí mismos.

Para reírse de uno mismo hace falta mucha inteligencia y mucha solvencia profesional. El bodrio no la tiene, los responsables del bodrio tampoco y los que patrocinan el bodrio menos aún.

 
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