Robles: los idolillos se derrumban

Margarita Robles.
Margarita Robles.

En la etapa de Sánchez no han sido pocos los idolillos creados y derrumbados. Desde Calviño a Escrivá, pasando por algunos de los barones, hasta llegar a Díaz y a Robles, los aupados y derrumbados han estado muy de actualidad.

Como resulta que la pléyade de individuos que nos gobiernan son más bien cortomentales y andan escasitos de luces, de preparación intelectual y de prestigio personal, no es extraño que en cuanto alguno de ellos sabe leer y escribir comience -en medios de comunicación muy concretos, en comentaristas conspicuos y en ámbitos muy determinados de la sociedad-un proceso de adoración a ídolos creados artificialmente que no tardan demasiado en derrumbarse y con cierta celeridad caen de los pedestales en los que se les había colocado.

En la etapa de Sánchez no han sido pocos los idolillos creados y derrumbados. Desde Calviño a Escrivá, pasando por algunos de los barones hasta llegar a Díaz y a Robles, los aupados y derrumbados han estado muy de actualidad.

En el erial del Gobierno nombrado a pachas entre Iglesias y Sánchez, apareció Calviño como la gran esperanza de la economía española. Venía de Europa, tenía vitola de tecnócrata ecuánime y pasaba por experta de prestigio. Cuando llegaron los primeros reveses económicos se vio que el idolillo era más bien escuchimizado y enseguida pasó a ser una ministra más en el suspenso colectivo del Gobierno socialcomunista.

Los problemas de la Seguridad Social, las pensiones, las prestaciones, las cotizaciones y todo lo referente a esos asuntos tan graves, no parecían tener secretos para Escrivá. Pero llegaron las cuentas, los cálculos, las pegas de Europa y las negociaciones, y el idolillo se deshizo como un azucarillo.

Y se apareció Díaz –dedo mediante- y comenzó una especie de híbrido de campaña de imagen y desfile de modelos. Al lado de las belarras y de las monteros y comparada con los garzones, era la princesa del cuento, no precisamente de hadas, de la ultraizquierda comunista veteada de populismo callejero. En Díaz se mezclaron la adoración al idolillo y las plegarias a Simone de Beauvoir. Pero enseguida lo de Díaz, vicepresidencia incluida, quedo en una especie de idolatría interrumpida, como los embarazos y abortos que nos cuela Montero, la de igualdad.

Pero para idolillo, idolillo, lo que se dice un idolillo fetén: Robles.

Era la patriota que luchaba desde su trinchera defensiva contra todos los que atentaban contra la Patria, incluido Sánchez, la aduladora inveterada de los generales, la que con aire marcial visitaba y revistaba las tropas… y hasta hace diez minutos la que defendía a capa  y espada, enfrentándose al mundo entero incluido su jefe, a los servicios de inteligencia, a sus trabajadores, a sus dirigentes  la gran profesionalidad de sus funcionarios.

Pero con el alba (que diría otro ministro de Defensa) llegaron los vientos del noreste peninsular y como en el cuento, soplaron y soplaron y se unieron a los procedentes de las estribaciones del Guadarrama allá por los altos de La Moncloa, y el idolillo Robles se vino abajo con estrépito de argumentaciones bobas, razonamientos vacíos y justificaciones risibles, entre confesiones aco..ngojadas de lealtad al jefe supremo.

 

Y ahora a esperar al próximo idolillo -que lo habrá seguro-  y a parafrasear al Duque de Gandía y decir aquello de no más adorar a idolillos políticos que enseguida se derrumban.

La carcajada retroactiva. Dijo Sánchez en Barcelona, dirigiéndose a Aragonés: “Querido President, manifiesto mi profundo respeto a Cataluña, mi respeto y consideración hacia su sociedad, hacia sus instituciones y mi firme voluntad de continuar avanzando en la negociación”

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