Sánchez se lo monta bien

Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez.

No hay mejor oportunidad para un político mediocre, inepto y tirando a inútil, que encontrarse -con independencia de la tragedia que supone la pandemia- con una sociedad en estado de permanente anormalidad y que queda a merced de dirigentes sin escrúpulos.

“Se lo monta bien” es una forma reflexiva del verbo y un verbo reflexivo es aquel cuya acción recae sobre el sujeto que la realiza. Todo queda en casa.

Sánchez está aprovechando a la perfección la situación para cumplir sus dos objetivos principales. En primer lugar mantenerse en el poder, sin control alguno, para poder llevar a cabo la transformación de la estructura jurídica del Estado, de la economía, de la fiscalidad, de la propiedad privada, de la enseñanza y tener maniatada y adormecida a la sociedad civil. Y, en un segundo plano pero no menos importante, desarrollar todo un aparato de propaganda que le permita perpetuar en las urnas esa situación.

Hasta Bruselas ha acudido en su auxilio para sacarle del atolladero en el que se había metido con la pretendida “conquista” del Poder Judicial, obligándole a parar el reloj y que parezca que negocia y cede en un asunto vital para la democracia (que Casado no se fíe un pelo ni de Bruselas, ni de Sánchez).

No hay mejor oportunidad para un político mediocre, inepto y tirando a inútil, que encontrarse -con independencia de la tragedia que supone la pandemia- con una sociedad en estado de permanente anormalidad y que queda a merced de dirigentes sin escrúpulos.

Ni siquiera la que se puede denominar “pena de hemeroteca”, roza a Sánchez lo más mínimo. Su nefasta gestión, sus mentiras, sus cambios de rumbo, sus falsas promesas y hasta sus cuentas “full”, no le pasan ninguna factura.

La sociedad civil falla y la parcela –más grande de lo que se supone- que en absoluto está de acuerdo con Sánchez, es incapaz de escapar de esa pinza formada por el poder y la propaganda.

Falla la oposición, nula a la hora de articular sus propias ideas y estéril para armar un frente común; inoperante para adelantarse a las iniciativas del Gobierno y torpe en contrarrestar la propaganda con  la que Sánchez adormece a la sociedad española.

Sánchez está demasiado acostumbrado a violentar las normas sin respuestas jurídicas y mucho menos judiciales, como para que se pare a pensar si su gestión está de acuerdo con lo que se supone que es, o debería de ser, un estado de derecho.

 

La realidad es que, tristemente, el único control y el único freno que tiene Sánchez son los comunistas de Podemos, los separatistas enemigos de España y los afines a la ETA. Pero ese freno viene de una sociedad comanditaria de beneficios mutuos que difícilmente se deshará.

Sánchez está tranquilo, satisfecho y hasta risueño, en su falta de honradez política.

Dice Indro Montanelli en sus memorias que, tras la guerra de Abisinia, Mussolini se estaba convirtiendo en un monumento de sí mismo.

Pues en ello estamos.

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