La sencillez de un genio

No debe de ser fácil ser un genio y llevarlo con una enorme sencillez. La persona que en el mundo daba menos importancia al genio Mingote, era precisamente Antonio Mingote. Todo lo que hacía, lo que dibujaba, las opiniones de sus personajes, sus libros, sus exposiciones su misma charla le parecían cosas absolutamente normales que no tenían ningún valor.

Cuando los demás lo valoraban era el primer extrañado de esa valoración. Antonio Mingote era un genio, pero su mayor virtud era la sencillez que la que ‘sobrellevaba’ su genialidad.

De lo único que presumía era de su sabiduría `musística’. El mus era el único momento en el que Mingote faroleaba de Mingote. El resto del tiempo su charla eran silencios, frases redondas que pronunciaba sin darles la menor importancia y que invitaban a quienes le escuchaban a tomar nota de lo que había dicho.

Sencillez, mesura, tranquilidad. Antonio Mingote era el término medio de la virtud del sabio, porque era un sabio.

El recuadro en blanco de ABC es algo más que un tributo del periódico al que dedicó su vida. Ese recuadro en blanco es el símbolo de un vacío que nadie va a llenar porque sería sencillamente imposible, sencillamente inviable, sencillamente antiperiodístico.

Mingote también era un periodista sencillo. Un periodista que con sus ‘monos’ se limitaba a reflejar la realidad de cada mañana en una página de periódico. Y con su dibujo informaba, criticaba, opinaba y además lo hacía un día tras otro sin darle la menor importancia. Si el periodismo es sencillez en el decir y en la manera de informar, Mingote era el mejor de los periodistas. Un todoterreno del periodismo: redactor, reportero, editorialista, columnista, todo en una persona y todo en un dibujo.

El mérito de genial sencillez.

 
Comentarios