Encuestas bajo sospecha

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Están proliferando en exceso las encuestas y sondeos electorales, a un año de las autonómicas y municipales, y a dos años de las generales. Casi todo en la vida tiene una regla muy popularmente conocida: “jugar al siete y medio, que tiene el riesgo de pasarse o de quedarse corto”. Y con las encuestas hay una saturación, que va en contra de su propia credibilidad y eficacia. La sobredosis marea y genera pasotismo.

¿Quiénes están interesados en este bombardeo de encuestas y sondeos? Desde luego los políticos, que no se conforman con una ni con dos, sino que además hacen en los partidos políticos sus propios sondeos o encuestas “internos”, de los que sólo hacen uso público si les conviene.

Y a los periodistas nos vienen bien esos estudios demoscópicos para elucubrar, confirmar impresiones, glosar tendencias electorales o alimentar todavía más el afán de encuestas. Sirven para desgranar hipótesis y análisis, siempre con la “coletilla” de que es prematuro y sólo son encuestas, que la única encuesta que vale es la de la votación en las urnas.

Se escuchan comentarios en la calle, sin embargo, de muchos que destacan el escepticismo que les genera tal número de encuestas. Por la disparidad de los resultados que ofrecen, por la lejanía de las elecciones. Algunos esgrimen este razonamiento: “parece que toca votar a Ciudadanos, que hay mucho interés en decírnoslo ahora: pues vamos a seguir el juego diciendo que votaremos a Ciudadanos, para fastidiar a los demás partidos y ya luego votaremos a quien nos parezca”.

No faltan quienes critican tan gran número de encuestas por el gasto que supone en instituciones públicas, que pagamos de nuestro bolsillo todos. No faltan quienes dicen: “lo que gastan en encuestas y mirarse el ombligo por parte de los políticos, podrían gastarlo en contratar algún parado para servicios básicos deficientes”.

Es muy típico del carácter hispano contestar a ciertas preguntas, como es el caso de las encuestas electorales, para fastidiar o poner nervioso a un determinado partido político, que a veces es el que ha votado en las últimas elecciones o el que piensa votar probablemente.

Aparte de indicar las fechas en que se realizó la encuesta, quienes las llevan a cabo deben ser precisos – si quieren ganar en credibilidad, que tienen que ganar – y especificar cómo se ha hecho, con qué criterios se han seleccionado las personas encuestadas, si se ha respetado la distribución de población, los escaños por provincias, y tantos detalles más, y un etcétera de cuestiones básicas.

¿Y las encuestas que se hacen y no llegan a publicarse, porque no interesan a quien las ha encargado? Interesante cuestión.

Tampoco es baladí tener presentes los intereses existentes en ciertos medios para asustar a algunos, conseguir apoyos financieros actuales, o simplemente no quedarse atrás respecto a los demás medios y también encargar su encuesta, como si eso diera más prestigio o captara lectores.

 

Los votantes no son ingenuos y saben su fuerza, que es la de depositar el voto cuando corresponda: mientras, ven el juego y participan.

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