Parálisis de agosto

Me dijo un colega, hace unos días, que agosto le parece "apocalíptico" a efectos laborales, pues no cogen el teléfono, se paralizan servicios porque está de vacaciones alguno de los que han de intervenir en un proceso o gestión, y resulta complejo avanzar en cuestiones que, en su opinión, no deberían paralizarse en agosto. Al margen de que el calificativo "apocalíptico" puede resultar bastante exagerado y expresado en un tono coloquial, me parece que tiene bastante razón este colega.

No me gustan los extremismos y, desde luego, defiendo el derecho de todos al descanso, a las vacaciones. Tanto mi colega como yo, hemos disfrutado de vacaciones en julio, pero parece que damos todos por inevitable que en agosto se paralice la vida de instituciones y personas, tal vez impulsados por el calor agobiante y las pocas ganas de acometer tareas que requieren algo de esfuerzo.

Sin embargo, puede que estemos ante uno de esos planteamientos estructurales que habría que ir modificando entre todos, por la delicada situación económica y laboral que padecemos, y porque no es lógico que la inmensa mayoría de los españoles cojan sus vacaciones en agosto. Sería más razonable, en mi opinión, distribuir las vacaciones a lo largo de más meses durante el año.

Si a usted le parece bien que un Colegio Profesional de Trabajadores Sociales cierre en agosto y sus colegiados –que pagan una cuota anual- no pueden hacer ninguna gestión con el Colegio, probablemente no desee seguir leyendo estas líneas.

Si a usted le parece bien que una sede provincial de Cruz Roja no atienda en agosto a personas que tienen necesidades económicas o de asistencia humana urgente –labor muy meritoria que Cruz Roja lleva a cabo el resto del año-, usted no coincidirá mucho con mi opinión.

Si a usted le parece bien que la Universitat Jaume I de Castellón cierre totalmente en agosto con el fin de ahorrar, en vez de plantearse cómo utilizar sus magníficas instalaciones y servicios – curso de verano, enseñar inglés a un precio asequible aunque eso incordie a las academias de idiomas, etc.-, lo más probable es que deje de leer cuanto escribo.

No si poniendo ejemplos reales de estos días y de diversas ciudades. Sin embargo, pienso que no es de recibo que, ante necesidades humanitarias o de simples trámites en que intervienen profesionales de distinto tipo, haya que esperar a septiembre para que el responsable resuelva su tarea. Para evitar esos parones, en muchas empresas y servicios se establecen sustituciones, pero en otras funciona en la práctica el "cerrado por vacaciones", aunque el despacho o el servicio correspondiente tenga las puertas físicamente abiertas.

El argumento de que muchas familias ven favorecidos sus planes al concentrar las vacaciones en agosto no me convence. La convivencia familiar se puede lograr de muchas formas, con flexibilidad, porque también existen las necesidades sociales, que son las que invoco para no detener el país en agosto.

 
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