Políticos honrados

            Ya es hora de listas electorales, pues las elecciones europeas son el 25 de mayo. Va a ser un momento interesante para comprobar si los partidos políticos toman buena nota, de verdad, de los deseos ciudadanos de que los políticos sean – y lo parezcan- honrados.

            Es cierto que la honradez no es un sello que sirve para toda la vida, pero en  España hay que atajar la corrupción de los políticos con urgencia. No es fácil, también porque la honradez no lo es en cualquier ámbito profesional o social, y de hecho es un esfuerzo para toda la vida. No es preciso abundar en que la honradez también ha de incrementarse en los sindicatos, entre los empresarios, entre los funcionarios, en los futbolistas, y podríamos continuar.

 Se pone de manifiesto que hay un déficit de ética personal, profesional y social en nuestros días, como resultado de la avaricia  y del menosprecio de la moral. Soy de los que piensan que la ética es “rentable”,  incluso económicamente, porque genera claridad, esfuerzo y transparencia, y eso conviene a toda institución

            Hace décadas, se decía que un marxista podía ser honrado, o podía ser inteligente, pero no las dos cosas a la vez. O jugando con esos tres términos –marxista, honrado e inteligente-, se podía ser dos de las tres cosas, pero no las tres. Cabía ser inteligente y honrado, pero no marxista; o marxista honrado, pero no inteligente.

            Hace un tiempo, escuché ese juego de palabras aplicado a los políticos: que cabe ser inteligente y honrado, pero no político; o político inteligente, pero no honrado.

            Como servidores públicos, los políticos pueden ser inteligentes y honrados, pero en España nos lo han puesto difícil en estos años, en que la política repele a los más preparados.  Una persona honrada puede considerar imposible dedicarse a la política, a la vista de la realidad de juicios,  condenas y un largo etcétera. Aunque, en honor a la verdad, conozco políticos inteligentes  y honrados, que incluso se ganan con creces lo que cobran por su cargo,  y tal vez son mayoría, pero no es suficiente para regenerar la vida política española.

            No es imposible regenerar la política. No debería llegarse a la judicialización de los políticos, si los partidos aplicaran lo que hace toda empresa privada: si le consta que es corrupto, lo despide, y se acabó. En los partidos políticos, si hay sospechas fundadas sobre la honradez de alguien, no se le debe incluir en una lista.

 En los partidos ha de haber rigor y no  cerrar los ojos ni  taparse los oídos cuando alguien alerta de corrupción:  sé de más de un líder político que lo ha hecho, y luego se muestran sorprendidos de que se airee y se conozca, sea por filtraciones de unos o de otros. No hay que sospechar de todo político, sino elegirlos para las listas  con criterios de honradez y capacidad. ¿Pido demasiado?

 
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