Cuando educar es una pasión

            Si sólo me moviera la gratitud y el afecto familiar, no escribiría estas líneas. Lo que me mueve a escribir sobre la trayectoria profesional de mi hermana Nieves, fallecida tras una larga enfermedad el pasado 5 de junio, es su aportación a la enseñanza y a la educación en España durante una vida que ha dejado huella.

            El periodismo es informar, contextualizar, opinar y dejar constancia de personas que dejan un rico poso para la sociedad. Nieves es uno de esos casos.

            Tras finalizar Magisterio en Teruel, trabajó como maestra durante varios años en diversos pueblos turolenses. Había nacido en Calamocha en 1936, y vivió los contrastes y carencias de la sociedad española de la postguerra. Había una gran fractura entre la sociedad urbana y la rural, y ella se dedicó con ahínco a promocionar la formación en ambientes rurales. Su honda preocupación por la justicia social en esos años entrañables y duros, plasmando en numerosos hechos – no sólo palabras- su ayuda a favor de las familias más necesitadas.

 Guardaba un recuerdo imborrable de esos años de maestra rural, de cercanía a las familias y a los alumnos, de gratitud sin límites hacia ella, y en ese ambiente se fraguó su convicción de que la formación académica y humana era la clave para el desarrollo de la sociedad, por encima de coyunturas económicas. Era emprendedora y no era de las personas que esquivan los obstáculos, sino que los afrontan.

            Para ayudar a todos los ambientes sociales, marcó a Barcelona en 1961, y allí obtuvo el título de licenciada en Filosofía y Letras, en la sección de Pedagogía.  Era emprendedora, tenía una gran pasión por la educación, e intuía cómo debía llevarse a cabo con eficacia y magnanimidad. Su mente abierta le llevaba a afirmar que las familias y la sociedad debían cobrar el protagonismo en la educación, sin hacer dejación de derechos y deberes. La libertad educativa impregnaba su concepción de la educación, que no podía limitarse a la enseñanza estatal, sino dar entrada a la libre iniciativa social, sin que el Estado tenga en la práctica el monopolio o la exclusiva.

            Entró en contacto con dos figuras muy significativas de la educación en España: los catedráticos Víctor García Hoz y Tomás Alvira, que a principios de los años 60 impulsaron el proyecto pedagógico de Fomento de Centros de Enseñanza. Querían poner en marcha un colegio en Barcelona, y lo hicieron: el colegio Canigó, que ahora cumple 50 años. Para ello, propusieron a Nieves que se incorporara al claustro de profesores y, al poco tiempo, fue nombrada directora de Canigó, cargó que ocupó muchos años.

            En Fomento mi hermana encontró plasmados sus ideales, fraguados en su etapa de maestra rural: protagonismo de los padres y profesores, en beneficio de los alumnos; formación permanente de los profesores; responsabilidad social para hacer asequible la enseñanza a personas de todo tipo de recursos económicos; formación permanente de los profesores; trabajo en equipo; y esmerarse en los idiomas.

            Su pasión por la educación – término que prefería al de “enseñanza”, pues engloba más aspectos que los puramente académicos- se plasmaba también en la propia familia. A título de ejemplo, recuerdo cómo me ayudó a estudiar inglés en los veranos, a la vez que ella lo hacía, cuando en España la enseñanza del francés era casi lo único existente, pues intuía la importancia de los idiomas en un futuro próximo, algo que ahora hace años es una evidencia. Tenía perspectiva profesional, no sólo intuición femenina.

            En Canigó y desde Canigó, fue maestra de maestros, también cuando  ocupó cargos directivos en las Oficinas Centrales de Fomento en Madrid, viajando por toda la geografía española para impulsar la labor educativa de los colegios que se iban poniendo en marcha en España, a ejemplo de los primeros colegios, como era el caso de Canigó.

 

            Ella misma siguió formándose. Cursó el Programa de Alta Dirección de la Empresa  (PADE) en el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE), en Barcelona, para perfeccionar su tarea directiva. Y obtuvo el doctorado en la Universidad de Navarra, con la tesis “Fenelon: su filosofía educativa”.

            En los últimos años de su carrera profesional, volvió a la enseñanza estatal. Tenía un amplio bagaje. Fue como un “boomerang” profesional: empezó en la enseñanza estatal, pasó a la no estatal – no le gustaba usar términos como “privada” o “pública”, pues también la privada es pública- y acabó en la estatal. Toda una trayectoria comprometida y apasionada por la educación, que dio muchos frutos  con suavidad femenina y energía aragonesa.

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