Dolor por la Legión

No niego que me afecta el hecho de tener amigos que eligieron el oficio de militar como profesión. Les he visto ejercer y admiro mucho el despliegue de virtudes que acompañan su desempeño: abnegación, lealtad, honradez, austeridad, nobleza.

No soy un belicista. La guerra es siempre un fatalidad, un fracaso del hombre. Hay muchas formas de dirimir contiendas: la diplomacia, el diálogo, la solidaridad, el derecho internacional, el derecho...

Por todo ello pienso que el recurso a una intervención armada sólo es aceptable en casos extremos, bajo condiciones muy estrictas y sopesando, en todo momento, las consecuencias que esa intervención va a tener en la población civil, durante y después de las operaciones.

Los primeros que valoran estas circunstancias son los militares. Ahora están empeñados fundamentalmente en la lucha contra el terrorismo islamista de corte radical. Y para ello ponen su vida en juego. En silencio, discretamente, sin armar ruido.

Se emplean sin pedir explicaciones y muy pocas veces se les oye quejarse. A pesar de que tendrían sobradas razones para hacerlo. Como cuando el Gobierno Zapatero los convirtió en cooperantes improvisados, miembros mimetizados de una cándida ONG que repartía sacos de harina, apagaba incendios, intervenía en inundaciones y reconstruía infraestructuras.

Mientras tanto, los soldados sufrían emboscadas, eran víctimas de minas antipersona, penaban por falta de medios y sufrían el desdén de una opinión pública que los despreciaba al son que marcaban los dirigentes socialistas.

Hoy el Ejército está de luto. Tres suboficiales del Ejército de Tierra fallecieron este lunes tras explosionar un artefacto que manipulaban en la base de la Brigada de la Legión Álvarez de Sotomayor de Viator, en Almería.

La deflagración se ha producido durante el desarrollo de unas maniobras en la explanada de carros, en el corazón de la base.

Que en paz descansen los tres.

 

Más en twitter: @javierfumero

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