Márchate enseguida: se ha descubierto todo

Cuentan de un escritor inglés –nunca supe su nombre- que quiso gastar una broma a diez de sus conocidos. A todos ellos les unía una cosa: el prestigio social, un indiscutido halo de rectitud que sus conciudadanos extendían sobre ellos cuando salían, directa o indirectamente, en cualquier conversación de salón.

Pues al protagonista de esta historia no se le ocurrió otra cosa que enviarles por correo, a esos diez amigos de buena posición social, una escueta misiva que sólo decía lo siguiente:

Márchate enseguida: se ha descubierto todo.

La sorpresa del literato fue mayúscula cuando comprobó que, uno por uno, sus diez compañeros habían abandonado el hogar precipitadamente, nada más recibir la carta. Increíble.

Acabo de llegar de un viaje fugaz a las Islas Canarias. Como reza la famosa muletilla, “no se habla de otra cosa” en el Archipiélago que del alcalde de la capital tinerfeña, Miguel Zerolo, y su supuesta implicación en un caso de cobros ilegales por parte del Ayuntamiento de Santa Cruz, así como del partido que le acoge: Coalición Canaria.

Unas semanas antes, saltó la liebre en otros islotes, en las Islas Baleares, con ediles del Partido Popular implicados en un caso de presunta corrupción urbanística. Antes fue Ciempozuelos. Y el futuro parece que deparará más sorpresas o al menos así lo intuye el alcalde de Madrid. Como ya se adelantó en estas páginas, Alberto Ruiz Gallardón presiente que el PSOE le prepara una andanada de cuidado a cuenta de su amistad con Montserrat Corulla y el “caso Malaya”.

Estos hechos permiten dos reflexiones. En primer lugar, hay que llamar la atención sobre lo extraño que resulta toparse, a estas alturas del match, con toda una batería de supuestos hechos delictivos cometidos por diputados, concejales y regidores locales. La pregunta es: ¿Existe alguna oscura mano que esté meciendo la cuna de esas investigaciones judiciales, capaz de marcar ‘il tempo’ a su favor, vista la cercanía de las elecciones autonómicas y municipales?

La sospecha es inevitable. Pero las derivadas que emanan de una respuesta afirmativa resultan peores: alguien con semejante poder, ¿a dónde estaría dispuesto a llegar? ¿Tiene límite su afán de poder? ¿Será capaz de detenerse ante algo, con tal de pillar sillón? ¿Posee algún gramo de conciencia que le impida por ejemplo, llegado el caso, fabular historias y manchar el buen nombre de inocentes con el único fin de quitárselos de en medio?

Desgraciadamente, por lo que la ciudadanía está pudiendo percibir, no parece necesario que el maquiavélico estratega recurra a esto último. Y ésta es la segunda reflexión que quiero hacer. Como en el caso del escritor inglés, aquí parece que todos –demasiados- presentan zonas oscuras que ocultar, que demasiados gobernantes andan sobrados de motivos para huir ante una misiva como la citada, irónica pero inocente.

 

Y que me perdonen los políticos honrados por esta generalización: ellos sí que son dignos de la máxima consideración. De hecho, la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, debería tomar buena nota y habilitar en nuestro país una reserva especial para ellos, de modo que pudiéramos mimarlos y tratarles como lo que son: una especie gravemente amenazada y en extinción.

Precisamente por eso –y concluyo-, lo trágico de este dibujo es que, si existiera en España un malvado muñidor de voluntades, le bastaría únicamente con manejar la Justicia a su antojo para lograr el objetivo final: dañar gravemente la imagen de sus rivales y alcanzar una victoria en las urnas en los feudos tradicionalmente esquivos.

Sería para echarse a temblar. O para salir huyendo… si se descubriera todo.

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