Mike, el pollo de los Olsen

. Todos lo experimentamos en el ámbito familiar: cada uno puede hacer con su vida lo que considere más oportuno, incluso arruinarla a lo tonto, pero lo que nunca pueden ceder son las normas que rigen el funcionamiento de la casa, temas jurídicos incluidos. Si alguien decide algo inconveniente y se obstina en ello, poco cabe hacer más que aconsejar bien y confiar en la caída del burro, aunque eso demore algún tiempo. Acabar con el marco establecido para facilitar acomodo a las ocurrencias, sinrazones o inmadureces individuales, es lo peor que puede suceder.  

            En la actualidad, va ganando enteros la idea de que múltiples temas de interés público son de sentimiento, no de pensamiento. Y que se ha de decidir conforme a emociones, sensaciones, impresiones, pasiones o percepciones. Incluso, se confía en que esa forma de actuar se traduzca en prodigiosas soluciones que den con la fórmula magistral capaz de conjurar los principales dilemas.

            No parece lo más sensato liberar al sentimiento del pensamiento, y presentarlos además como antagónicos. Hasta desde la vertiente individual, introducir en el sentir un poco de lógica y experiencia nunca viene mal. De igual modo procede hacer con el pensar, para evitar nuestra conversión en autómatas insensibles.

Ahora bien, donde indudablemente han de confluir sentir y pensar es en las cuestiones que a todos afectan, así como en las que precisan de la aplicación de saberes contrastados. A nadie se le ocurriría, por ejemplo, someterse a una operación quirúrgica en manos de un cirujano entrañable pero que desconozca los secretos del bisturí. De igual modo que es una imprudencia hacer descansar las cuestiones de las que depende el futuro de las personas en quienes se limitan a exhibir modos y maneras emotivas, pero sin proponer soluciones eficaces ni tan siquiera idearlas.

Existe un humus básico sobre el que operan los sentimientos en la colectividad, que es la racionalidad. Sin ella, la única deriva esperable es el fracaso. Si incluso con la aplicación de remedios bien pensados y sopesados no logramos siempre solventar los inconvenientes que suscita la meta de la prosperidad, no me quiero ni imaginar lo que sucederá si ensayamos con otros métodos basados en las poses y ademanes. Es posible que también triunfen, pero si lo consiguen será como ganar la lotería sin jugar un décimo.

Para las cosas del comer, mejor es no andarse con experimentos. Y usar el pensamiento y el corazón al mismo tiempo. En caso contrario, hemos de saber que el único pollo que logró sobrevivir sin cabeza fue Mike, que lo hizo durante año y medio en la granja de los Olsen, en Colorado.

Pero no vivió ni un día más. 


 
Comentarios