División internacional e incertidumbre económica. Guía para orientarse en 2023

Josep Borrell, en la Conferencia de Seguridad de Múnich.
Josep Borrell, en la Conferencia de Seguridad de Múnich.

Incertidumbre económica, división internacional, guerras, inflación, digitalización, robótica y futuro del trabajo, nueva globalización, posible recesión, fragmentación social, geopolítica de bloques (EEUU vs China)…, muchas incógnitas y retos en 2023. Guía para orientarse.

División en política internacional e incertidumbre económica son las dos fuerzas motrices del mundo en 2023. Muchos medios de comunicación, antes de acabar 2022, nos ofrecieron su visión sobre cómo sería este año. Lo que parecían previsiones, tendencias, anticipaciones rupturistas -como si fueran profecías- son continuidad de lo que ya vivíamos el 31 de diciembre del año pasado. Obvio: los grandes cambios no se aprecian sino con el paso del tiempo. Y, a veces, mucho tiempo: ponemos fecha de caducidad a la primera Guerra Fría el 25 de diciembre de 1991, cuando jurídicamente dejó de existir la Unión Soviética. Hemos tardado décadas en apreciar que China tomó el testigo a los Soviets con sus aspiraciones de dominio mundial. De fábrica del mundo, China ha pasado a ser el contendiente que quiere quitarle la primacía global a Estados Unidos.

Hay expertos prudentes que, con la experiencia de décadas, sostienen que lo único que permanece es “la radical incertidumbre” (Mervyn King ex presidente del Banco de Inglaterra) y Alan Greenspan (ex presidente de la Reserva Federal), con “El mapa y el territorio”, título que evoca a un compás que pretende orientar a Occidente. Henry Kissinger (ex secretario de Estado con Richard Nixon) mira al pasado para explicar el “World Order”, que, en su opinión, nació como lo conocemos, tras la Paz de Westfalia (1648), que finiquitó el Imperio Español de los Austrias y dio carta de naturaleza a la fragmentación religiosa de Europa entre católicos, protestantes, anglicanos, luteranos y calvinistas. Kissinger solo se atreve a hablar del futuro, cuando trata de la Inteligencia Artificial con Eric Schmidt, ex presidente de Google, en “The age of AI: and our human future”. Precisamente la IA y Google y Microsoft han inaugurado el año tecnológico con la moda del momento: los “chatbots” de Microsoft (Open AI, ChatGPT) y Bard de Google. El año pasado fue el Metaverso. Este año la tecnología protagonista es la Inteligencia Artificial. Lo veremos en el MWC-2023 de Barcelona con certeza.

Hace bien Microsoft en avisar al usuario acerca de las limitaciones que su ChatGPT tiene, ahora que muchos dicen pasar oposiciones, elaborar tesis doctorales, escribir libros, aprobar exámenes…, etc gracias a la IA y sin esfuerzo: “la Inteligencia Artificial, hoy, sabe de lo que sabe y, de lo que no sabe, no sabe”. Obvio. Aún no se han alcanzado la llamada “Singularidad”, fenómeno que define el momento en que la Inteligencia Artificial se equipara a la humana y la supera. Pero, preguntar a la Inteligencia Artificial qué supuso la Paz de Westfalia y pretender que acierte, con matices, es arriesgado. Muchos libros y tesis doctorales hace falta haber estudiado para entender en su totalidad aquel acontecimiento.

Es como pretender entender el poderío norteamericano con los datos del Producto Interior Bruto del último trimestre del año. Se entiende mejor a la luz del poderío de lo que Churchill denominaba “the English speaking people”, que da título a una de sus magnas obras por las que, entre otras, recibió el premio nobel de literatura. ¿Ha desaparecido el Imperio Británico? De iure, sí; de facto, no, porque la Common Wealth sustituyó al Imperio: Canadá, Irlanda, Australia, Escocia, Inglaterra, South Africa, Nueva Zelanda… son una gran familia que hablan el mismo idioma y, además, controlan la economía y finanzas mundiales, sea en la City de Londres, Wall Street de Nueva York o las tecnologías de la información y la digitalización que mueven el mundo desde Silicon Valley, California (EEUU). En este contexto, Europa… es poco y manda aún menos. Estados Unidos, con el 25% del PIB mundial, sigue liderando el mundo. Su economía es de 23 trillones de dólares. La China, por contraste, es de 13 trillones y su crecimiento se ha estancado.

Hoy, como en la Primera y Segunda Guerra Mundiales, que tuvieron lugar esencialmente en suelo europeo (la Segunda “incluyó” el Pacífico), “la guerra”, se desarrolla físicamente en Europa. Al menos en el Este de Europa o Europa del Este, según se quiera denominar la ubicación de Ucrania. Durante siglos, Ucrania estuvo vinculada a Rusia como territorio de los Zares y, con la Revolución Bolchevique de 1917, Lenin volvió a incorporar Ucrania a la URSS en 1922 y, legalmente, se convirtió en república soviética en 1924. Esto, es un hecho, de hemeroteca. Como lo es que abandonó la Federación Rusa con el hundimiento de la URSS.

Estados Unidos, hoy, está luchando con Rusia y, en última instancia con China, a través de Ucrania. Vamos a decir que Ucrania es suelo europeo. Biden, como Wilson en 1917 y Roosevelt en 1941, entra en guerra en Europa, pero sin pisar Europa. Frente a la política internacional de Truman, de enfrentarse a los soviets y chinos en Corea (1950-1953), de LBJ-Johnson de mandar tropas a Vietnam y, de nuevo, enfrentarse a soviets y chinos (1964-1975, oficialmente), o las Guerras del Golfo con Bush padre (Primera Guerra de Iraq, 1991) y Bush hijo (Guerras de Afganistán e Iraq 2022-2022), con “boots on the groud”, soldados americanos luchando.  

Para América, las guerras son un buen negocio. No: un gran negocio. Que, además, está vinculado a las empresas de tecnologías de la información. China hace lo mismo y, este es uno de los motivos de las prohibiciones americanas impuestas a empresas tecnológicas chinas como Huawei, TikTok – Byte-Dance, Tencent, Baidu, Alibaba, Xiaomi, etc. Parecidas restricciones (y censura) impone China a Apple, Google, Microsoft, Amazon y Meta. Es una Segunda Guerra Fría esencialmente económica, empresarial y tecnológica. El único frente de batalla con tanques es Ucrania y, por eso, China no para de pedir que deje de equipararse “Taiwán con Ucrania”. Hay muchos más motivos, entre otros, que China no está preparada para enfrentarse militarmente a EEUU, en el Mar del Sur de China, donde las flotas americanas y chinas se cruzan a diario.

Ya nadie se acuerda de las Guerras de Oriente Medio. Entre 2002 y 2022, por Iraq y Afganistán, “pasaron muchos millones de soldados y marines norteamericanos”. No podemos pasar por algo la tontuna que dijo el presidente Biden: “Kabul no será otro Saigón”. Cierto, fue peor. En 1975, en televisión, vimos miles de vietnamitas del Sur intentando subirse a los últimos helicópteros del Cuerpo de Marines de EEUU (USMC), abandonando la embajada americana en Saigón. Muchos no lograron aferrarse a los “Hueys” (así llamados, dichos helicópteros) y cayeron al vacío. En Kabul fue peor, porque los afganos que huían de los talibanes, se subían (por fuera) a grandes aviones comerciales que despegaban rumbo a América: también vimos en televisión a cientos de afganos volando por los aires porque iban, sorprendentemente, agarrados a las alas de los aviones... En Vietnam mandan hoy los comunistas y, en Afganistán gobiernan los talibanes. ¿Derrotas de América? No…, EEUU ya consiguió sus objetivos.

 

2023 ha comenzado, por tanto, en el contexto de la Guerra Fría entre China y EEUU; una “guerra-proxy” entre EEUU y Rusia, donde no hay militares norteamericanos, sino el enfrentamiento entre ucranianos (con armamento occidental) y rusos (cada vez más, con armamento chino e iraní). Mientras, continúan los altos precios de todos los bienes y servicios (inflación) y flojo crecimiento económico en todo el mundo, fruto de los desajustes que produjo la pandemia del Covid. Hay muchos menos problemas en la cadena de suministro y continúa la “guerra de los chips” (EEUU versus China) que enfrenta a Intel, AMD, NVIDIA, Qualcomm, TSMC, Samsung y Apple con los fabricantes chinos como Huawei, “rey del mambo, también, de las redes 5G”. Sigue el despliegue de la digitalización económica y empresarial con cientos de empresas tecnológicas como Cisco, HP, IBM, Apple, Google, Meta, Amazon, SAP, Microsoft, Oracle, Salesforce, SAS, BMC, SAGE…, ayudando en la transformación digital de pymes y autónomos mediante ecosistemas de empresas que proveen cloud, ciberseguridad, redes, Big Data, conectividad, 5G, Inteligencia Artificial, Blockchain, Web3, Metaverso, etc.

Aumentan las desigualdades sociales -constante histórica, como la innovación tecnológica a lo largo de los siglos- en un mundo sin valores. Hay quien dice que la tecnología debe ser muy humana y debe guiarse por valores. La pregunta es: ¿qué valores? Para decir cuatro generalidades imposibles de concretar, mejor sería ser prudente. Occidente ha tenido una tradición, legado e historia, vinculados al Cristianismo, que, en muchos sitios, se pretende erradicar. Los ejemplos son muchos y pretende encubrirse todo ello, bajo un manto de religiosidad meliflua y panteísta, como la que dice querer defender el rey Carlos de Inglaterra. Afirma, sin cesar que, en su coronación (primavera de 2023), pretende ser proclamado “Defensor de la Fe” (como su predecesor Enrique VIII, en la primera mitad del siglo XVI), pero no del Anglicanismo, sino de todas las religiones. Está por ver que cristianos en general, judíos y musulmanes estén dispuestos a aceptar a Carlos de Inglaterra como líder espiritual.

A día de hoy, no solo los católicos, sino cristianos de muchas denominaciones, incluidos ortodoxos, miran al Papa (romano, católico) como punto de referencia ético, moral y, por supuesto, religioso. El “Credo” de la Iglesia Católica provee de una guía, un compás, frente a la incertidumbre radical y fragmentación mundial de que hablábamos al principio.

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