Mentir es tratar de engañar

Si alguien quisiera saber algo más de lo que está pasando, debería leer el libro 'La mentira en política' de Hannah Arendt. Es breve, 70 páginas, y en él habla sobre las mentiras que inventó el Gobierno norteamericano para justificar la guerra de Vietnam como si esa guerra fuera el modo de resolver los peligros inminentes que acechaban al mundo mundial. Es lo que se conoce como 'los papeles del Pentágono' en los que se describía la estrategia para convencer a la ciudadanía de que lo que hacía el Gobierno estaba bien.

En el caso de España, basta con el título que le han puesto al proyecto de ley para eliminar la sedición y así percibir cómo quiere el Gobierno que traguemos su iniciativa: 'Proposición de Ley Orgánica de transposición de directivas europeas y otras disposiciones de la legislación penal al ordenamiento de la Unión Europea y reforma de los delitos contra la integridad moral, desórdenes públicos y contrabando de armas de doble uso'. Enmedio de todo eso va la reforma del delito de sedición, que se aprobará probablemente antes de Navidad, mientras la ciudadanía se entretiene con las compras.

Hannah Arendt habla del oficio que se toman algunos gobiernos para 'conquistar las mentes a cualquier precio', con los llamados' 'expertos en la solución de problemas', que son el ejército de asesores que intentan edulcorar un relato para que parezca bueno lo que el Gobierno quiera, sin contar con el criterio de los organismos encargados, presuntamente, de controlarlo. Los medios para lograrlo se conocen al menos desde la retórica de Quintiliano: meter de matute algo muy controvertido escondiéndolo entre una palabrería que distrae de ese acto, no pensar en ayudar a los demás, sino en contener al discrepante con insultos, con hechos excesivos o absurdos que distraen la atención de lo que se quiere pasar ocultándolo. O sencillamente diciendo una cosa y la contraria para enfervorizar al oyente y hacerle perder la compostura.

Lo único que pasa es que para engañar bien, dice Arendt, hace falta tener muy claro  que es lo que se quiere ocultar, y ahí el engañador profesional con su arrogancia mental y una confianza irracional en la capacidad de someter las cosas a su gusto, acaba perdiendo pie, porque la práctica del engaño fomenta también la práctica del autoengaño y acaba creyéndose las propias mentiras, como si fueran verdad, No tiene desperdicio el libro, para entender lo que está pasando.

 
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