Las preguntas en vías de extinción

Hace algunos días estaba con mi hijo Javier tumbado en la hierba mirando el cielo de Pamplona. Ese inquietante espacio abierto, limpio e infinito. ¡Qué impresionante el azul del cielo, la verdad! Esa tarde todo ardía en azul. La curiosidad de los niños es ilimitada, la del mío desde luego. Ellos se cuestionan todo aquello que no comprenden o llama su atención. Javier, con su maravillosa inocencia, me preguntó por qué el cielo es azul. Una pregunta sencilla, pero tan compleja a la vez. El sorprendente color del cielo no es más que el resultado de la interacción de la luz del sol con la atmósfera terrestre. La humedad y las gotas de vapor de agua, las partículas de polvo y de ceniza, provocan esos colores maravillosos de nuestros cielos. De hecho, las partículas atmosféricas dispersan la luz violeta más que la azul, pero esta luz violeta se absorbe en la parte superior de la atmósfera y nuestros ojos son más sensibles al azul. Un fenómeno conocido como la ley de Rayleigh.

Esta pregunta curiosa me hizo reflexionar sobre la importancia de las preguntas en nuestra vida. Creo que las preguntas son la maquinaria y la fuerza que impulsa el pensamiento. Sin las preguntas, no tenemos sobre qué pensar. Sin las preguntas esenciales, fundamentales, muchas veces no logramos enfocar nuestro pensamiento en lo significativo y sobre todo en lo sustancial. No podemos encontrar las respuestas correctas, sin las preguntas adecuadas. Sin embargo, parece que hay un momento de nuestras vidas en que dejamos de hacer (nos) preguntas, perdemos una cuota de curiosidad. Lo de mi hijo debe ser una herencia de su padre preguntón, de mi necesidad profesional por preguntar y por cuestionar (me), ya que soy periodista.

Estoy convencido que la clave para innovar es hacerse la pregunta adecuada. Eso es lo que hace Morten Meldal, Premio Nobel de Química 2022. Hace unos días estuve con él en la Universidad de Navarra y, del puñado de reflexiones inspiradoras que me ha regalado, me he quedado con que las preguntas abren la puerta al diálogo y al descubrimiento. Las preguntas son una invitación a la creatividad, al pensamiento progresivo. Las preguntas pueden dar lugar a movimientos y acciones mediante la generación de ideas creativas, que puedan causar el nacimiento del cambio. ¡La maravillosa costumbre de hacer preguntas! El maravilloso ejercicio de buscar respuestas interrogando al mundo, como lo hizo el poeta chileno Pablo Neruda en su obra "Libro de preguntas".

El profesor Meldal nunca ha parado de hacerse preguntas, de alimentar su espíritu crítico, de cuestionarse siempre, de desaprender para volver a aprender, ¡gracias por la gran lección! El cuestionamiento es una herramienta poderosa para crear valor en cada una de nuestras actuaciones y actividades, personales y profesionales. Estimula el aprendizaje y el intercambio de ideas, favorece la innovación y el rendimiento, y contribuye a generar confianza personal y entre los miembros de los equipos.

Sostengo que toda pregunta es una invitación a utilizar nuestra inteligencia para penetrar en la realidad de las cosas y sobre todo para descubrir la verdad que en ellas se encierra. Hay preguntas que no sólo interpelan a nuestro intelecto, sino también a la totalidad de nuestro ser. Son estas preguntas las que nos hacen reflexionar con hondura sobre nuestra forma de estar y de vivir. 

Las personas somos perfectamente capaces para adaptarnos a la ambigüedad y a la incertidumbre. Para lo que no estamos preparados ninguno es para movernos en medio de esa ambigüedad y en medio de esa incertidumbre sin orientación, referencias y valores. La respuesta es una propuesta sobre lo que de verdad puede dar a nuestra vida orientación, autenticidad y sentido. Sólo cuando nos alineamos con nuestra verdadera naturaleza podemos florecer como personas y alcanzar nuestra plenitud. Ojo, aunque a veces no hagamos sólo preguntas inteligentes. Las otras también valen en el ejercicio virtuoso de preguntar, de ser curiosos, de perseguir la verdad para abrir puertas, para generar nuevas ideas, nuevas soluciones, para transformar, para proponer, para tener visión estratégica, para tomar mejores decisiones, incluso. Pero antes de preguntar, hay que saber escuchar.

Ya no podemos seguir siendo personas que sólo hacen y que apenas piensan. En todo orden de cosas, desde lo más doméstico en la casa, a nuestras actividades profesionales y sociales. Si queremos avanzar, hemos de pensar, no sea que acabemos llegando donde nunca hubiéramos querido estar. Pensar con rigor es pensar con foco, con amplitud y sobre todo con profundidad, y este tipo de pensar tiene mucha relación con el arte de preguntar. 

Siempre es más fácil juzgar, criticar y condenar, que preguntar y aprender. Como mi pequeño Javier, curioso y noble torbellino que todos los días me sorprende con preguntas como, ¿por qué lloran tanto las nubes? ¿Cuántas abejas tiene el día? ¿Qué vine a hacer a este mundo? ¿En invierno las hojas de los árboles se esconden con las raíces? ¿Puede una abeja picar a otra? ¿De dónde viene el bien? La curiosidad nos lleva por lugares insospechados.

 

Roberto Cabezas Ríos

 

Director de Desarrollo

Facultad de Farmacia y Nutrición de la Universidad de Navarra

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