Rearme militar y moral ante las elecciones de Rusia

No es necesario recordar la operación conjunta con Dmitri Medvedev de intercambio de puestos durante la actual legislatura para sortear el impedimento constitucional de una tercera reelección consecutiva. Ahora, Putin podrá disponer de otros dos mandatos más al frente de ese inmenso país.

De sus rivales, quizá los que consigan más votos sean el candidato comunista, Guennadi Ziugánov, y el socialdemócrata de Rusia Justa, Serguéi Mirónov; menos posibilidades parecen tener Vladímir Yirinovski, del ultranacionalista Partido Liberal Democrático, y no se acaba de saber si es un candidato real o ficticio el multimillonario Mijaíl Prójorov. En conjunto, todos se benefician del movimiento "Por unas elecciones honestas", lanzado por periodistas, abogados y ecologistas de cierto relieve y de diversas ideologías tras las elecciones de diciembre.

El crecimiento de la oposición –no hace mucho era impensable la cadena humana del 26 de febrero en las calles de Moscú- ha exigido a Vladimir Putin emplearse a fondo, utilizando argumentos y decisiones no por esperados menos contundentes. El denominador común es la apelación al orgullo patrio frente al exterior. Del gran mítin celebrado en el estadio olímpico Luzhniki ante más de cien mil personas, la prensa occidental destacó frases como éstas: "Ustedes y yo somos un pueblo ganador, lo llevamos en los genes, se transmite de generación y generación, y ahora también ganaremos". "No permitiremos que nadie se meta en nuestros asuntos y que nos imponga su voluntad, porque nosotros tenemos una voluntad que nos ha llevado siempre a la victoria".

Llama la atención que, a diferencia de lo que ocurre en Francia, Putin pueda encender a las masas prometiendo superar las injusticias, las desigualdades, la pobreza, como si él viniese de fuera y nada tuviera que ver con el nacimiento de la oligarquía o la represión de las libertades.

En sus discursos patrióticos recuerda el glorioso pasado ruso, justo cuando se cumple el segundo centenario de la gran derrota de Napoleón. En ese contexto, está planteando la necesidad de un importante rearme militar, para recuperar la potencia perdida tras la disolución de la Unión Soviética hace poco más de veinte años. En la actualidad, las fuerzas armadas rusas estarían infradotadas y con materiales obsoletos. Deberían prepararse para "hacer frente a las amenazas del mundo moderno", según escribía el propio primer ministro en un artículo reciente, interpretado por muchos como un relanzamiento de la guerra fría en el contexto de la crisis del Oriente medio y del mundo árabe, así como una respuesta a la política de Estados Unidos y la Otan en materia de defensa antimisiles. La duda es si podrá invertir en torno a 600.000 millones de euros en los próximos diez años.

Este rearme militar –que provoca escepticismos‑ irá acompañado de otro de carácter cívico y moral, que se manifiesta en el plan educativo para que la enseñanza de la religión llegue a todas las escuelas. No deja de ser paradójico que un Estado que hace nada se proclama beligerante a favor del ateísmo, introduzca ahora la religión en los centros docentes públicos, de acuerdo con el criterio de la Iglesia ortodoxa. Los alumnos de primaria y secundaria tendrán que elegir entre estudiar la historia de alguna de las cuatro religiones consideradas "tradicionales" por el gobierno (la ortodoxa, el budismo, el Islam o el judaísmo), o bien otra más genérica llamada "Fundamentos de cultura religiosa" o "Ética pública". Se extiende así a toda la Federación un experimento que comenzó ya bajo la presidencia de Medvedev en varias regiones, por iniciativa del patriarca de Moscú. En el fondo, el Kremlin quería fortalecer los valores tradicionales rusos para frenar disidencias.

Al cabo, el futuro dependerá de la superación de la fragilidad económica, que determina salarios insuficientes y pensiones bajas, aunque Putin no se propone aumentar la también prematura fecha de jubilación (60 años para los varones y 55 para las mujeres). No está claro cómo podrá sostenerse el sistema con la tremenda caída de la natalidad: Rusia no sólo envejece, sino que pierde población, sin que den resultado por ahora las medidas para fomentar los nacimientos. Salvo cambios radicales, caería a 107 millones de habitantes a mitad del siglo.

 
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