Ante el avance nacionalista, nostalgia de los estadistas que construyeron Europa

Pedro Sánchez, en el escaño que volverá a ocupar en el Congreso de los DIputados.
Pedro Sánchez, en el Congreso de los DIputados.

El actual primer ministro español tiene la mala fortuna de apellidarse Sánchez: facilita a sus contrarios la asimilación crítica con Sancho Panza, el inefable gobernador de la ínsula Barataria. Pero, en la imaginación de Cervantes, Sancho tenía más visión que tantos políticos al día: Pedro Sánchez no se distingue de tantos colegas de países occidentales, que se mueven a sus anchas en el corto plazo, sin especiales horizontes de futuro. En parte, reflejan la mutación derivada del predominio de la cultura audiovisual, así como de la presión de las redes sociales.

No deja de ser una de las contradicciones culturales de la modernidad, en la que coexisten –no se sabe bien cómo- tantos contrarios como los que me permitiré señalar esquemáticamente a continuación: excesos del todo vale, unidos al aumento de tabúes de lo políticamente impuesto; tendencia a la desacralización que se manifiesta en la creación de un apretado calendario de fiestas civiles establecidas por la ONU, Bruselas o los gobiernos locales; nunca se ha hablado tanto de libertad, pero las regulaciones jurídicas son invasivas, con argumentos del tipo: todo el mundo habla, porque concierne a todos y, por tanto, concierne al Estado...

En ese contexto se inscribe el avance de los nacionalismos en la aldea global. Se diría que es como una reacción frente a la mundialización de las comunicaciones que arrinconan las culturas nativas, compatible con predicar el multiculturalismo. No se advierte la contradicción de propugnar el derecho a la diferencia y condenar como discriminación lo que no gusta o altera el campo de visión propio.

Algunos periódicos de referencia, como Le Monde, publican en verano series de artículos interesantes: aparte del interés en sí, buscan también la fidelidad del lector, para que no deje de comprar el diario en tiempo de vacaciones. En el vespertino de París acaban de publicar el sexto artículo de una serie titulada Democracias fatigadas. Politólogos de diversos países pasan revista a los problemas actuales, porque ha fallado la profecía lanzada en 1992 por Francis Fukuyama sobre el fin de la historia.

Desde perspectivas diversas, se anota el temor ante el avance de nacionalismos y populismos. En algunos casos, se fuerza quizá el contenido de los términos para cuadrar un análisis cartesiano que incluya a países europeos tan distintos como Italia, Austria, Hungría, Eslovaquia, Polonia, Dinamarca, Bulgaria y Finlandia. El paradigma se aplica a Estados Unidos, a tantos Estados americanos, y no digamos a China y la India, sin excluir al actual presidente de Filipinas...

Pareció por un momento que el Brexit, la salida de la reticente Gran Bretaña de la Unión Europea, contribuiría a fortalecerla. Quizá es así en la percepción general de los ciudadanos que, desde la juventud, se aficionan a compartir vivencias dentro del viejo continente al menos desde programas tipo Erasmus. Sin embargo, los líderes políticos utilizan cada vez más criterios nacionalistas, aunque dirijan formaciones en teoría abiertas: tanto los viejos partidos como los emergentes.

Invocan una especie de individualismo colectivizado, en el que juega un gran papel la envidia. En el plano personal nadie quiere ser menos que nadie. Algo de esto se traslada a la Europa comunitaria, donde no se quiere que el propio Estado sea postergado: al cabo, se valora al conjunto por los beneficios que reporta, por el tamaño del corte del pastel que llega, no por la construcción de una convivencia democrática global que contribuya al progreso y bienestar de todos, más allá del clásico do ut des.

Por utilizar un término superclásico, diría que hay crisis de magnanimidad, una actitud ética lindante con el señorío propio de quien, efectivamente, tiene grandeza de ánimo. Fue el rasgo dominante de los padres fundadores de la nueva Europa del siglo XX: Konrad Adenauer, Robert Schuman, Jean Monnet y Alcide de Gasperi. ¿Cómo no escribir hoy sus nombres con nostalgia?

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato