El mundo necesita más rigor histórico y menos revanchismo

Derribo de la estatua de Fray Junípero Serra en San Francisco.
Derribo de la estatua de Fray Junípero Serra en San Francisco.

El actual movimiento de la cancel culture, tan extendido en occidente, tiene demasiados antecedentes históricos, como para criticarlo con ligereza. Nada benefician a la superación de los actuales debates los comentarios no menos triviales a los excesos que acompañaron a la evangelización de América.

No se puede cerrar de un plumazo lo que ya en su día fue objeto de tergiversaciones y controversias. Basta pensar en los múltiples estudios en torno a la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo. Sin entrar en la cuestión del verdadero autor de esta obra, parece claro que se escribió con un tono polémico, justificado por las imprecisiones de otra publicación, de Francisco López de Gómara, así como por el deseo de subrayar más el esfuerzo de los “soldados comunes” en la conquista de México. Tuve la gran fortuna de preparar mis exámenes de bachillerato en una academia en que se leían estos libros, porque se planteaban a fondo los temas.

En la actualidad, el movimiento indigenista introduce más factores de discordia, como explicaba a finales de septiembre en Aceprensa Juan Pablo Andrade Rojas en un análisis muy ponderado sobre esas “dos visiones antagónicas de la historia de México”. Al margen de la utilización de la memoria histórica para ocultar fracasos o impotencias partidistas, indica la necesidad de abordar el pasado sin anacronismos.

Lo recordaba con brillantez el filósofo Remi Brague, profesor emérito de La Sorbona, en una conferencia dictada en Milán el 21 de septiembre. A propósito de la cancel culture, que desgrana con abundantes ejemplos, insiste en  la quizá gran disyuntiva ante tantos sucesos históricos: condenar o condonar. En cualquier caso, conocer con rigor. En algunos medios italianos, como tempi.it, se puede consultar el vídeo y el texto, traducido del original francés por Elisa Grimi, directora ejecutiva de la Sociedad Europea de Filosofía Moral, anfitriona del evento.

Remi Brague critica el simplismo de juzgar a grandes figuras históricas a partir de un solo aspecto –negativo-, sin tener en cuenta los demás, con olvido también del contexto. Pone como ejemplo los debates suscitados en Francia con ocasión del segundo centenario de Napoleón. Recuerda que era contrario a la esclavitud, pero frenó la abolición en las colonias francesas, porque habría ampliado la dominación británica sin aportar cambios en la condición de los siervos negros. En honor a la verdad, la abolió tras su regreso de Elba.

El pensador francés pone también un ejemplo más cercano a la cultura hispánica, el de fray Bartolomé de Las Casas: tampoco está exento de máculas el emblemático defensor de los indios americanos. Brague recuerda que se opuso a los trabajos forzados de los indígenas en las minas, pero sugirió llevar allí hombres fuertes africanos (un error del que se arrepentiría con el tiempo). Pero, además, se le puede reprochar que, con su sincero afecto a los indios, a quienes abrazaba “a la española”, les estaba transmitiendo microbios euroasiáticos que los matarían, porque no tenían aún los correspondientes anticuerpos.

Da tristeza ver cómo se pintarrajean o se tiran estatuas de Cristóbal Colón, Abraham Lincoln o Winston Churchill. Más que una liberación de la historia parece implosión del nihilismo contemporáneo, que pasa del “todo vale” postmoderno al nacimientos de nuevas iconoclastias, incompatibles con la libertad. Se comprende la inquietud de los auténticos universitarios de Estados Unidos ante el excesivo número de incidentes que violan la expresión pública de libertades básicas en los campus, y provocan una estéril autocensura en profesores y alumnos. Para ayudar a superar la coyuntura, con sentido práctico, han comenzado a publicar anualmente un interesante College Free Speech Ranking.

Como en el origen de estos fenómenos se advierten amplias dosis de odios viscerales, se pueden tomar prestados algunos elementos de la doctrina clásica para avanzar en el camino de la libertad: sólo un examen atento de las circunstancias de cada caso, permitirá precisar las lecciones de la historia y sustituir vindictas irracionales por una concordia democrática que acepte de veras el pluralismo y el diálogo.

 
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