Caprichos que matan

No es la primera vez que un personaje famoso es acosado por su alguno de sus múltiples fans. Es más, incluso resulta raro encontrarse con una estrella que no haya padecido algún tipo de persecución en algún momento de su carrera profesional. Pero desde luego, sí que es la primera vez que un admirador ataca a su ídolo con una ballesta. 

Todo comenzó hace un año y medio. Un alemán de 39 años quedó hechizado de la joven actriz Sara Casanovas con su interpretación en una famosa serie de televisión. De ahí en adelante seguir su rastro era su obsesión. Las cartas que él le hacía llegar fueron infinitas. Cartas sin respuesta alguna. El admirador, ofendido por los múltiples desplantes y silencios de la joven, decidió trazar su último plan. El guión, escondido bajo una simple mochila de tipo militar, albergaba desde ballestas, grilletes y gasolina, hasta sogas y cuerdas con nudos de ahorcado. El objetivo no era otro que el de acabar con la vida de su “amada”, para después finalizar con la suya propia. Pero el desenlace, lejos de lo proyectado, transcurre de otra manera. La flecha esquivada con acierto fue a rozar la chaqueta de un empleado del lugar. Ahora, falta por confirmar la pena que se le ha de imputar al agresor por su delito de tentativa de homicidio y tenencia ilícita de armas. 

Sería un craso error calificar a este suceso como un amor frustrado de un loco enamorado. De ninguna manera Sara Casanovas era su amada. Si en cambio, su obsesión y su capricho. Porque amar es un acto de entrega, pues consiste en dar, mejor dicho en darse. Es comunicación y donación. Por el contrario, el caprichoso lo único que quiere es conseguir algo o alguien para satisfacer su ego. El amor es una decisión, no es sólo un sentimiento, ya que podemos decidir amar de un modo libre y perseverante. El capricho al contrario, es un deseo momentáneo y pasajero. El amor además, tiene la cualidad de recibir, por lo tanto el de ser amado.

Así, turbado y preso de su imaginación había conseguido idealizar a la joven que ni tan siquiera conocía de verdad. Su físico y sus interpretaciones eran su única referencia. La fantasía, alimentada del recuerdo de las imágenes y representaciones hacía aumentar cada día más su obsesión por ella. Y no poseer lo que tanto ansiaba lo llenaba de odio, resentimiento y venganza.

Cuando atendemos sólo al aspecto físico, en cierto modo estamos distorsionando la realidad. Idealizamos a la persona, la admiramos con exaltación y le atribuimos unas cualidades que probablemente no le correspondan. Por esto, es tan importante la educación de los sentimientos desde edades muy tempranas, que favorezcan a ordenar los instintos y las emociones para adaptarlas a la verdad.

Quizás el gran reto sea el de aprender a querer para comenzar a amar.

 
Comentarios