René Lalique. El Museo de Luxemburgo explora las fuentes de inspiración de la joyería

La exposición incluye algunas joyas inéditas que han sido prestadas por coleccionistas privados o museos del mundo entero, como el Calouste Gulbenkian de Lisboa, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el museo Lalique de Hakone (Japón, y los museos Lalique y Arts Décoratifs de París.

Además de las cerca de 400 piezas realizadas entre 1890 y 1912 por René Lalique y algunos de sus contemporáneos, la exposición presenta como novedad la exploración de las múltiples fuentes de inspiración y el método de trabajo de Lalique.

Réné Lalique, que había comenzado su trabajo como diseñador de joyas para los joyeros del Palais Royal en 1880, pasó a poseer su propio taller y a trabajar sin descanso dibujando, modelando y realizando todo tipo de estudios y ensayos técnicos movido por el deseo de encontrar algo nunca visto.

Comenzó a singularizarse utilizando materiales poco tradicionales: oro cincelado, esmalte, ópalo, piedra de luna, asta, marfil y cristal. Y siendo como era un apasionado de la naturaleza, comenzó a imitarla, buscando en el Jardin des Plantes flores y plantas exóticas: iris, cardos, anémonas, orquídeas, muguet o muérdago, y pequeños animales como reptiles, pájaros o insectos.

El ambiente cultural de finales del siglo XIX, impregnado por los poetos y pintores simbolistas, sugirieron a Lalique nuevos temas que traspasaban los códigos tradicionales del mundo de la joyería. Después, su participación en las Exposiciones Universales de 1900 en París y de Saint-Louis en 1904, hicieron de él un hombre de renombre internacional. Y no es para menos después de que aristócratas rusos, austriacos y parisinos se disputaran la pieza que presentó en París en 1900: una jaula de mujeres-libélulas en bronce dentro de la cual unos murciélagos volaban sobre una profusión de pidras de colores, perlas nacaradas, marfiles y esmaltes.

 
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