“La Sal” Gubernamental

Parodiando un popular reggaetón, Félix López, periodista de Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, público un artículo titulado “!Quítame esta ‘sal’ de encima!”, en el cual con ejemplos incluidos se refiere al proceso de pérdida de valores y corrupción en continuo crecimiento en la sociedad cubana.

Comienza poniendo ejemplos de actos de corrupción cometidos por taxistas y burócratas, quienes a cambio de dinero aceleran procesos administrativos o mecánicos estatales de refrigeración, que demoran los arreglos si no hay alguna gratificación. El proceso acelerado de degradación social, a la cual el periodista llama “sal”, como símbolo de mala suerte, tiene razones muy explicables en el total fracaso de un sistema que creó enormes esperanzas, pero ha derivado en una total frustración.

Al mismo tiempo que de los mercados han desaparecido los artículos tradicionales cubanos y la mayoría de los niños no conocen muchas de las sabrosas frutas tropicales, y hasta el guarapo y la raspadura de caña son casi imposibles de encontrar; las buenas costumbres y la honestidad, han sido sustituidas por la indisciplina social y laboral, la doble moral y la ausencia de valores. 

Quien diga que la Cuba de antes de 1959 era un paraíso terrenal proclama una falsedad. En los más de 50 años posteriores a 1902, si bien hubo muchos políticos honestos, que defendieron los intereses del pueblo, muchas de las administraciones se caracterizaron por el robo y el peculado. Sin embargo, en el seno de la sociedad civil y el pueblo cubanos durante ese tiempo florecieron fuertes valores espirituales y un alto amor a la Patria, que posibilitó, entre otras cosas, la rebelión contra las dictaduras de Gerardo Machado y Fulgencio Batista. Quienes tenemos algunos años recordamos un lema extraordinariamente popular entonces: “Pobres, pero honrados”. Modo de ver la vida, que propició que líderes políticos, que proclamaron la decencia y la lucha contra la corrupción, se convirtieran en adalides populares, por la importancia que esas ideas tenían para un pueblo, que aunque en mejores condiciones que otros en la región, vivía - en su mayoría- con penalidades y serias estrecheces.

Los que somos del interior del país, e incluso en La Habana, recordamos como alimentos básicos eran dejados en las puertas de las casas por los repartidores, sin que nadie osara llevárselos por un extendido sentido de la decencia.   Por ello sería conveniente que el articulista de Granma y los demás cubanos nos preguntáramos qué ha pasado en la conciencia de una parte apreciable del pueblo; buscáramos las causas de esta masiva “privatización anárquica”, para designar este amplio proceso de degradación, en el cual se incluye un fuerte deterioro de la identidad nacional y la carencia de decoro.

Indudablemente más allá de los daños ocasionados a la economía, la sociedad, la demografía y al medio ambiente por estos interminables decenios de totalitarismo, los perjuicios causados a los valores espirituales son mucho más peligrosos y será muy difícil corregirlos en el futuro. Las respuestas pueden encontrarse en los efectos terriblemente nocivos de un sistema absolutamente fracasado, que por la obstinación de determinadas personas no se permite transformar por el temor de estas a perder el poder absoluto detentado por más de 50 años. Ese sistema a la vez de lesionar la autoestima de los ciudadanos,   ha destruido el respeto y amor al trabajo, y eliminado el valor del salario como factor esencial de motivación laboral e ingreso determinante para que el trabajador tenga una vida digna. Un sistema que ha mantenido durante años, la mentira de una propiedad social inexistente; y que únicamente ha traído consigo niveles de ineficiencia y descontrol increíbles; incluido el hecho que la inmensa mayoría de las empresas mantienen contabilidades no confiables, en el marco de una gestión que tiene que enfrentarse a la dualidad monetaria, que origina que el salario sea pagado por el Estado en una moneda carente de valor en la mayoría de sus tiendas. Elemento de desorden que contribuye adicionalmente al desvió de recursos y la especulación, entre otros males degradantes.  

La situación del pueblo no radica en que alguien haya arrojado “sal” o algún maleficio, sino en los efectos de un régimen que ha llevado Cuba al desastre.

 
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